Ingredientes para cuatro personas
Elaboración
Para este postre con tanta solera he seleccionado la variedad Budha Critical feminizada, del banco Budha Seeds. La regalamos con el número de mayo del pasado año. Se trata de un híbrido de dominancia índica perfecta para inexpertos, ya que es muy fácil de cultivar. Sus sabores y aromas dulces y afrutados nutrirán nuestro postre, mejorándolo considerablemente. Además, sus efectos te subirán los ánimos y te relajarán para pasar un rato de lo más agradable.
Para cannabizar la receta vamos a preparar una leche cannábica de vaca. He elegido leche entera porque, como sabéis, los cannabinoides son solubles solo en grasa y esta es la que más contiene.
Para prepararla tendremos que picar muy fina la hierba, unos 8 g para 1 l de leche. Después habrá que hervirla a fuego lento durante una hora para que el proceso de descarboxilación se complete bien. En este paso aprovechamos para añadir también la rama de canela y la piel de la naranja para aromatizar. Tendréis que andar con mucho ojo y no dejar de mover para que no rebose la leche al hervir. Una vez cocida habrá que filtrarla con un colador de tela y ya estará lista para usarla. La reservamos.
La elaboración del postre en sí es muy sencilla y sin grandes artificios. De hecho, las primeras surgieron de la necesidad que tuvo nuestro antepasado sapiens de poder alimentarse de los primeros cultivos de trigo. Primero descubrieron que tenían que molerlo para que no fuera indigesto. Como también tenían leche y agua, se les ocurrió mezclarlo con el grano molido (harina) y calentarlo todo para que diluyera bien. Así, a base de ensayo-error, que es como mejor se aprenden las cosas, nacieron las primeras poleás o gachas. Esta base ha dado de comer a muchas civilizaciones a lo largo de la historia, y yo diría que ha salvado miles de vidas de personas que no tenían otra cosa que echarse a la boca en tiempos difíciles. Dependiendo de lo que hubiera a mano, podían ser saladas, dulces, con leche, con agua o con caldo. El caso es que siempre quitaban el hambre.
Bueno, después de esta chapa histórica que os he soltado, vamos a comenzar con nuestra particular poleá. Primero ponemos el AOVE en un cazo u ollita donde vayamos a cocer la harina y la leche. Lo calentamos un poco y le añadimos la matalahúva para que se fría 3 o 4 min y aromatice al máximo el aceite. A continuación, le añadimos la harina y la tostamos durante 5 o 6 min más sin dejar de remover, para evitar que se pegue y se apelmace. Una vez tenemos la harina tostadita, vamos a ir vertiendo la leche poco en poco, sin dejar de mover constantemente en círculos. Es como una bechamel, lo ideal es que os quede una masa homogénea y sin grumos. Pero si no fuera así, siempre podéis recurrir a la batidora de mano para que os quede fina, fina, filipina.
Una vez que esté todo bien mezclado, podéis incorporar la copita de anís y el azúcar. Lo mezcláis bien y lo retiráis del fuego. Ahora toca enfriarla. Podéis hacerlo de diferentes formas: o poniéndola en un recipiente y tapándola con film de plástico pegado a la superficie (sin aire entre el film y la poleá) o poniéndola en un recipiente con tapadera dejándola un poco destapada. Estas formas de enfriarla son para evitar que se reseque por encima al bajar de temperatura.
Mientras se enfría, podéis poneros con los cuscurros de pan frito. Lo primero será cortar el pan en cuadraditos del mismo tamaño. Después tendréis que freírlos en AOVE bien calentito y escurrirlos muy bien de aceite con papel absorbente. Una vez fritos, los espolvoreáis bien con la mezcla de azúcar y la canela en polvo. Cuidado con probar uno, son un vicio.
Ya solo nos queda el montaje del plato. Cogéis unos bolecillos y los llenáis con la poleá fría. Le ponéis unos cuscurros de pan por encima, un poco de canela molida y algún trozo de fruta y/o hierbabuena para decorar. Y listo: ya tenéis vuestro delicioso postre, que os alimentará cuerpo y mente.
Espero que os salga bien y que disfrutéis de la degustación. Hasta la próxima: ¡buen mes y buenos humos!