Se me hace muy difícil escribir sobre Andy Chango (Buenos Aires, Argentina, 1970) sin utilizar la primera persona. La primera vez que vi a Chango y escuché su música fue en la Expo Cannabis 2007 celebrada en la Cubierta de Leganés, Madrid. Chango paró de tocar el piano y se metió una raya. Bromeó con que venía de Expo Coca. Andy recuerda ese día porque antes de aquel concierto había intentado trabajar de camarero, le echaron “por borracho” –según el artista argentino–, cogió un taxi y se fue a la Cubierta. “Venía de aspirante a estrella de rock y tuve que empezar a buscar trabajos y no servía para ninguno”, desvela Andy Chango para Cáñamo mediante videoconferencia desde Merlo, Argentina.
En aquellos años, el creador bonaerense estaba dejando atrás su “superantihéroe”, el Capitán Angustia, “una profecía hecha realidad, terminé reangustiado”, confiesa Chango. En la década de los 2000, Andy, junto a sus musicazos, la liaba en el escenario del Viña Rock y se mofaba de playbacks televisivos como el de Música Sí (documentos disponibles en YouTube). “Queda muy poco de mí”, “El estrés del año 2000”, “No me voy a dormir” son algunos de los títulos de los temas más reconocidos de esta etapa de su obra. Letras que, como casi todo lo que firma Chango, están atravesadas por las drogas.
Recordemos un extracto del primer track de Las fantásticas aventuras del Capitán Angustia (WMG, 2001), “El viejo Lexatin”: “Me llevan al hotel, / Arraso el minibar, / No me puedo dormir, / Me empiezo a deprimir. / No hay / nada que fumar, / Ni nadie a quien llamar, / ¡me va a salvar el viejo Lexatin!”.
No quisiera morir
El giro de timón de Chango vino de la mano de la inmensa obra del escritor, traductor y músico Boris Vian (Hauts-de-Seine, 1920 - París, 1959) –por favor, si no lo han hecho ya, lean Escupiré sobre vuestra tumba, dejarán de lado a Chinaski–. Chango, con la ayuda del brillante cantautor Javier Krahe (Madrid, 1944 - Zahara de los Atunes, Cádiz, 2015), adaptó quince canciones de Vian. El LP Boris Vian (Rosevil Productions, 2008) es un disco imprescindible. Y, como de costumbre, Chango acompañado por músicos de jazz de primer nivel. “La única experiencia creativa que salió al exterior, interactuó con el mundo de mi vida y no fue torturante a nivel psicológico para mí –comenta Chango–. Sufrí en todo lo que hice en mi vida, menos en ese disco”, concluye.
El maestro Krahe falleció unos años después de que la música de Boris Vian renaciera en los escenarios españoles. Chango recuerda que trabajar junto a Javier Krahe fue “lo más lindo que me pasó en la vida. La experiencia más suave y enriquecedora que tuve en mi vida de músico. Qué persona hermosa y qué mente privilegiada. No solo la mejor pluma, sino el mejor cerebro en cuanto a estar acomodado con respecto a la sociedad, a la cultura, a la política, al ego, a la industria: muy divino en muchos aspectos, aparte de las letras”.
“No quisiera morir sin dejar de probar / A la gélida novia, la de gusto más fuerte, / El sabor que me agobia. / No quisiera morir sin dejar de probar / El sabor de la muerte”, concluye (“No quisiera morir”, adaptación de Vian de la canción “Je voudrais pas crever”, de Boris Vian). “El tema que más me gusta de todos los que grabé”, asegura Chango. Al hilo, si les interesa la figura de Vian, investiguen cómo falleció este ser multidisciplinar.
Andy Chango ya no vive en Madrid. Tras veinticuatro años, dejó Europa. La excusa de esta entrevista es su nuevo programa de radio, Clínica Chango, que se puede sintonizar en Futuröck FM (o en Spotify) todos los miércoles a las veinte horas. Andy ya tuvo un programa en Radio 3, Andy y amigos. En esta su recién inaugurada clínica no solo se centra en la temática que más interesa a las lectoras y lectores de esta revista, el cannabis y otras sustancias, sino que se expande por otras temáticas de corte social y cultural. El universo expansivo de Andy va más allá de las drogas.
‘Clínica Chango’
¿Cómo es la situación del cannabis en la Argentina?
Mira, se está dando una situación por un lado positiva y por otro rara, rarísima. Hace años que no milito por el cannabis porque milito por todas las drogas y ahora me preocupa más incluso el cambio climático, el capitalismo, lo virtual, la muerte de ese mundo hermoso de libros, de arte… Para mí se está yendo todo al carajo y tengo causas que me interesan mucho más. Desde Cáñamo, cuando estaban Mar, Gaspar, Moisés, hace veinticinco años, fue que vi que toda esa lucha acabó en una clase de comercio donde casi que no cambiaron las leyes, solo abrieron unos coffee shops que no se cómo hacen para obtener la licencia. Yo no estaba participando y justamente ahora con mi programa de radio todos nos volvimos a involucrar.
Ahora puedes cultivar legalmente en la Argentina hasta nueve plantas, ¿verdad?
Sí, me dieron el carnet del Registro del Programa de Cannabis (REPROCANN): puedo llevar por la calle y cultivar [...] Yo estaba ya en tratamiento cannábico hace mil años porque tengo un trastorno de ansiedad bestia; estuve en el Amazonas curándome de drogas legales con marihuana y ayahuasca. Tengo insomnio desde los trece años. Dejé un arsenal de pastillas y las remplazo por aceites y porros; es mi manera de vivir. Mi porro es medicinal, lúdico o como lo quieran llamar; obvio que encaja dentro de la legislación por depresión, por trastorno de ansiedad.
A pesar del programa a través del REPROCANN se están aconteciendo injusticias como privar de la libertad a personas que, aunque tienen el carnet, van a la cárcel por supuesto narcotráfico. Desde Clínica Chango estáis siendo un altavoz para las Personas Presas por Plantar (PPP).
PPP fue un descubrimiento de hace tres semanas. Un descubrimiento, parece como cuando Colón fue a América. Obviamente que estaban presos antes y que la causa de Presos Por Plantar existe antes y que yo podría haber contactado antes con ellos. Pero es que yo en la Argentina fui muy estigmatizado por la droga, aquí no existió un Boris Vian ni nada. Soy el que defiende la droga desde hace treinta años, trato de abrirme para hacer otras cosas de cultura. En esta radio quería hacer un programa que no hablase de drogas para nada [...]; es la primera vez que tengo libertad. Puedo meterme con el papa o incluso con la selección argentina, que aquí es como sagrada.
Cuéntanos uno de los últimos casos por los que se está encarcelando a personas que plantan marihuana en la Argentina.
Josema tenía tres plantas y le han incautado mil treinta pesos, que vendrían a ser cinco euros. No tiene dinero en las cuentas. ¿Qué clase de narcotraficante puede tener un patrimonio total de cinco euros y tres plantas? Pues no pasa nada: viene el comisario, se saca una foto con las tres plantas y meten preso a Josema.
Del Trankimazin a la ayahuasca
¿Cómo llegaste a dar el paso de internarte en la sucursal del Amazonas del doctor Fábregas?
En Navidad del 2003, Albert Pla me vio muy chungo; estaba tocando un poquito el fondo, pero más que nada por alcohol y por droga legal. Estaba tomando ocho miligramos de Trankimazin, me alcoholizaba obviamente todos los días y, después, sí, fumaba porros y tomaba falopa, pero el problema gordo era lo otro. Albert, que es un tipo abierto y curtido, me dijo: “Estás fatal, Andy. Conozco un doctor que te va a llevar en medio del Amazonas, te van a dar ayahuasca y te va a hacer bien”. A los siete días, el 1 de enero de 2004, tomé un avión.
Estuviste algo más de un mes en la selva amazónica, ¿cómo fue tu experiencia?
Creo que a partir de ese viaje dejé de vivir en la ciudad. Creo que la ayahuasca me hizo abrir un poco los ojos a lo que son los árboles, el verde. Por otro lado, el cansancio de una vida de estar siempre a los tumbos y ahora la tranquilidad es un bien muy preciado.
¿Cómo fueron las tomas, el día a día en la clínica de Josep M. Fábregas?
Cometí el error de llevarme un teclado a pilas, que no se pueden conseguir en la selva. Mi ayahuasca cada dos o tres días, mi dosis de porro. Creo que fueron cuarenta días.
Y después de este proceso, ¿ya no querías saber nada de “El viejo Lexatin”?
No fue revelador en el sentido de que volví viendo la luz. A los pocos meses ya estaba tropezando de vuelta; tardé unos cuantos años en acomodar lo que realmente quería hacer conmigo y con la sustancia.
Cómo Chango conoció a Juan Carlos I