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Alemania, a un paso de regular el cannabis

Alemania es la locomotora indiscutible de la Unión Europea, por lo que todo lo que allí se decida tiene un impacto en el resto del bloque. 

A Metternich se le atribuye la frase: “Cuando Francia estornuda, Europa se resfría”. Después de dos siglos de haber ido cambiando de sujeto, al diplomático prusiano quizá le habría sorprendido ver a Alemania acabar ocupando ese puesto, al menos en términos económicos. Alemania es la locomotora indiscutible de la Unión Europea, por lo que todo lo que allí se decida tiene un impacto en el resto del bloque. En el momento de escribir estas líneas, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) está a las puertas de cerrar un acuerdo de gobierno de coalición con el Partido Democrático Libre (FDP) y Los Verdes que traerá algunas novedades consigo: la “coalición semáforo” –por los colores de los partidos que la forman: rojo (socialdemócratas), amarillo (liberales) y el verde de los ecologistas– será el primer ejecutivo federal tripartito, y pondrá fin a más de quince años de gobierno conservador. Otra de esas novedades podría ser la regulación del cannabis, una medida que los tres partidos llevaban en sus programas electorales (véase recuadro). El debate ha coincidido prácticamente con el que ha tenido lugar en España, donde la iniciativa cuenta con el respaldo de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Más País (MP) y Unidas Podemos (UP).

Dar carta de naturaleza a una realidad

La legalización del cannabis –también incluida en el programa de La Izquierda y a la que solo se oponen los conservadores de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y la ultraderecha representada por Alternativa para Alemania (AfD)– no responde a ningún capricho de sectores particulares de esos partidos, sino a una realidad social.

De acuerdo con un estudio del 2019 del Centro Federal para la Educación Sanitaria (BzgA), casi el cincuenta por ciento de los jóvenes de entre dieciocho y veinticinco años probó el cannabis al menos una vez el año pasado, y un cinco coma siete por ciento de los encuestados de esa misma franja de edad reconoció consumirlo con regularidad. De todas las sustancias ilegales, el cannabis es la más consumida entre los jóvenes. Según la Asociación alemana de Cannabis (DHV), anualmente se consumen de doscientas a cuatrocientas toneladas de cannabis, el equivalente según el precio de mercado a como mínimo unos mil doscientos millones de euros, un dinero que, lamentan, termina en manos del crimen organizado debido a su situación legal actual. Otro estudio, este del 2017 de la Universidad de Düsseldorf, planteaba un precio de salida de diez euros el gramo que se dividía como sigue: un euro de coste de producción, dos euros de impuesto sobre el valor añadido, tres euros de margen de beneficio para el productor y cuatro destinados a un impuesto especial sobre el cannabis.

En Alemania, la actual ley de narcóticos prohíbe la posesión de cannabis, salvo para las personas que cuentan con una autorización para su uso médico. Sin esta autorización, la posesión de cannabis puede comportar, dependiendo de la cantidad, desde una sanción económica hasta penas de prisión de cinco años. El consumo, sin embargo, no está penalizado, lo que conduce a una paradoja legal. Los partidarios de la legalización no solo presentan los argumentos más conocidos, de tipo cultural o económico, sino también policiales. Debido a la legislación actual, el grueso de delitos relacionados con narcóticos corresponden al cannabis y la mayoría de ellos se debe a cantidades pequeñas. Cada uno de estos casos ha de atravesar el proceso burocrático de investigación policial, lo que detrae tiempo y recursos de otros casos a los agentes de los cuerpos y fuerzas de seguridad y al sistema judicial. En el 2017, por ejemplo, y según datos oficiales, el ochenta y cuatro por ciento de los delitos relacionados con el cannabis –un total de ciento noventa y ocho mil frente a ciento treinta y tres mil que tuvieron que ver con “heroína, cocaína, éxtasis y otros”– eran por consumo, y únicamente un dieciséis por ciento por tráfico. Los partidarios de la regulación del cannabis creen que esos mismos recursos podrían destinarse a combatir mejor el crimen organizado. A todo ello se suma un motivo de salud pública: el cannabis que se vende en las calles alemanas está con frecuencia adulterado. El diario Die Zeit llevó a cabo una investigación propia cuyos resultados hablaban por sí solos: casi el cincuenta por ciento del cannabis comprado en la calle estaba adulterado.

Carteles de la campaña de la Asociación Alemana del Cannabis.
Carteles de la campaña de la Asociación Alemana del Cannabis. Bajo el lema “¡Es hora de legalizarlo!”, se argumenta en relación al cannabis una nueva concordia entre policías y consumidores (“Mejor perseguir a los verdaderos criminales”, “Finalmente amigo y ayudante”) o entre consumidores y sus abuelas (“Al fin, hablar abiertamente”, “Mi nieto no es ningún criminal”), a la vez que se presume de prehistóricos precedentes (“El cannabis es parte de la cultura alemana y desde hace mucho más tiempo que la patata”, “Desde 1647”, “Desde 5.500 a.C.”).

La balanza se inclina, pues, a favor de la legalización. Incluso entre algunos sectores de los conservadores, la unidad se ha resquebrajado: las juventudes de la CDU, el partido de Merkel, están divididas en torno a este tema, y su presidente, Tilman Kuban, ha manifestado que no está fuera de los planes de la organización someter esta cuestión a votación. Otro ejemplo: Karl Lauterbach, diputado del SPD en el Bundestag y asesor del partido en materia de sanidad, se había pronunciado durante años en contra y ahora defiende la medida por algunos de los motivos arriba expuestos. “He rechazado la legalización del cannabis durante mucho tiempo, pero ahora, como médico, he llegado a otra conclusión”, relató Lauterbach al diario Rheinische Post. El político socialdemócrata apuntó (no sabemos si con información fidedigna o asesorado por alarmistas) que es “cada vez más frecuente que en la venta ilegal en las calles se mezcle el cannabis con una nueva forma de heroína que puede fumarse, para que los consumidores de cannabis pasen rápidamente a la dependencia de la heroína”. Por eso, continuó, “estoy a favor de que en un eventual acuerdo de coalición con Los Verdes y el FDP se formulen pasos para la venta legal y controlada de cannabis a los adultos”.

Policía y medios, en contra

La legalización del cannabis cuenta también con detractores entre los sospechosos habituales. Las asociaciones policiales ya se han mostrado en contra de la regulación. En declaraciones al Neuer Osnabrücker Zeitung, el presidente del Sindicato de Policía (GdP), Oliver Malchow, se expresó en contra de abrir la puerta a una sustancia “peligrosa”. “Hay que acabar de una vez por todas con el minimizar los riesgos de los porros”, afirmó. De manera similar, el presidente del Sindicato de Policía Alemán (DpolG), Rainer Wendt, describió a ese mismo medio la marihuana como una pasarela a otras drogas (aquí conviene apresurarse a señalar que ningún estudio ha demostrado hasta la fecha que exista una correlación directa entre el consumo de cannabis y el de las llamadas drogas duras). Además, la dificultad para controlar su consumo podría llevar a un incremento en los accidentes de tráfico si no se mejoran los controles de carretera: “Si próximamente tenemos también a gente fumada al volante, tendremos un problema”, aseguró Wendt.

Desde las páginas del Die Tageszeitung, el periodista Bernd Pickert constataba la contradicción evidente de los argumentos de los representantes policiales: ¿cómo puede la regulación del cannabis llevar a más problemas que la situación de ilegalidad actual? Pickert recordaba que la Asociación de Funcionarios de la Policía Criminal (BDK) reclama “desde hace tiempo la descriminalización de cannabis, y desde hace unos años la organización Law Enforcement Against Prohibition (LEAP), originalmente creada en Estados Unidos, exige de manera vehemente un giro de ciento ochenta grados en la legislación”. “Ha llegado el momento del cambio”, concluía este periodista al definir las declaraciones de Malchow o Wendt como “los últimos coletazos de un sistema de prohibición moribundo”.

Karl Lauterbach, diputado del SPD y asesor del partido en materia de sanidad, durante años en contra y ahora a favor de la regulación.
Karl Lauterbach, diputado del SPD y asesor del partido en materia de sanidad, durante años en contra y ahora a favor de la regulación. 

También algunos medios de comunicación se han sumado, a su manera, a la carga. El semanario Der Spiegel publicó en su edición del 15 de octubre un reportaje sobre Holanda cuyo titular vinculaba la política del país con el aumento de las mafias de narcotráfico: “Queso, cocaína y asesinos: cómo la ingenua política de los Países Bajos ha hecho crecer a la mafia”. La ilustración de la portada mostraba a una mujer con el traje tradicional holandés guiñando un ojo al espectador, empuñando un AK-47 en una mano y sujetando con la otra un cesto con bolsas de cocaína. “El cannabis es veneno”, sentenciaba una columna de opinión de Philip Eppelsheim para el Frankfurter Allgemeine Zeitung. El semanario Focus, por su parte, sostenía que el consumo de cannabis entre jóvenes ha empeorado los resultados académicos de los estudiantes universitarios que lo fuman habitualmente en Estados Unidos. Este medio también trataba de enfriar el entusiasmo por la recaudación fiscal de la legalización apuntando al hecho de que las cantidades registradas en Estados Unidos han sido inferiores a las pronosticadas.

Con todo, la regulación del cannabis parece estar cada vez más cerca de convertirse en una realidad legal en Alemania. Por lo pronto, el debate ya se ha extendido a Austria, donde algunas voces se expresan a favor de seguir los pasos de sus vecinos alemanes.

Lo que dicen los programas

SPD
Partido Socialdemócrata

“Como el alcohol, el cannabis es una realidad social para la que hemos de encontrar una manera adecuada de abordar la cuestión políticamente. La prohibición y la criminalización no han reducido su consumo, suponen un obstáculo efectivo a la prevención de adicciones y a la protección de la juventud, y exigen de enormes recursos a la justicia y a la policía. La venta regulada de cannabis a adultos debería llevarse a cabo en proyectos piloto en los estados federados (Länder) y municipios, acompañada de medidas de prevención, asesoramiento y tratamiento en el ámbito juvenil. Además, legislaremos para que a nivel federal la posesión de pequeñas cantidades de cannabis deje de estar sancionada”.

CDU/CSU 
Partidos de la Unión (demócratas cristianos)

“Rechazamos la legalización de las drogas ilegales. Las consecuencias para la salud son demasiado grandes para los individuos, así como sus efectos en las familias, en su entorno y en la sociedad. Quien legaliza no pone en el centro la protección de la salud y de los jóvenes, sino que se evade de su responsabilidad y deja a los afectados y a sus familiares solos con el problema. Esa no es nuestra manera de hacer las cosas. Lo que necesitamos es pedagogía y sanciones, que se persiga el delito y ello lleve al conocimiento de la existencia de terapias y asesoramiento”.

FDP
Partido Democrático Libre

“Los demócratas liberales reclamamos la circulación controlada de cannabis. Nos comprometemos a permitir la posesión y el consumo para las personas adultas. Únicamente mediante la venta en establecimientos con licencia puede controlarse la calidad, evitar la circulación de sustancias adulteradas y garantizar la protección de la juventud. De gravar con un impuesto el cannabis como se hace con el tabaco, podrían recaudarse anualmente hasta mil millones de euros. Conviene, sin embargo, tener en cuenta que un impuesto demasiado alto y con ello un precio correspondientemente elevado no llevará a contener de manera efectiva el mercado negro. El dinero recaudado debería destinarse a la prevención, tratamiento y asesoramiento de personas con adicciones. La prohibición del cannabis criminaliza a muchas personas, exige de inmensos recursos policiales y facilita, a través del contacto ilegal con narcotraficantes, el acceso a drogas más fuertes”.

Los Verdes

“Queremos un cambio en la política de drogas que sitúe en el centro la salud y la protección de los jóvenes, así como la habilidad de la propia responsabilidad hacia los riesgos por su consumo. La política de drogas de Los Verdes descansa sobre cuatro pilares: prevención, ayuda, reducción de daños y regulación. La ley de narcóticos actual necesita ser reformada. En el mercado negro no existe ninguna protección de la juventud y los consumidores. Los drogodependientes necesitan ayuda, no persecución legal. En lo fundamental, la regulación de las drogas debe orientarse hacia los riesgos reales para la salud. […] La prohibición actual del cannabis genera más problemas de los que resuelve. Por eso queremos privar de motivos al mercado negro e introducir con una ley de control del cannabis los cimientos para la venta de cannabis en establecimientos con licencia bajo una estricta ley de protección de la juventud y el consumidor, así como una normativa clara para la conducción. Queremos mejorar el suministro de cannabis medicinal y apoyar su investigación”.

Die Linke
La Izquierda

“Queremos legalizar el cannabis. Queremos que sea posible una producción no comercial y permitir la posesión y el cultivo para el consumo propio. Como solución transitoria y limitada por un espacio de tiempo, proponemos proyectos piloto para su disponibilidad legal en los estados federados, al mismo tiempo que una descriminalización a escala federal del consumo. Las normas legales para el uso médico del cannabis deben modificarse en beneficio de los pacientes. Su acceso debe ser desburocratizado. Debe posibilitarse un acceso al uso del cannabis medicinal a enfermedades menos graves y suprimirse los permisos de autorización de las aseguradoras médicas. Queremos mejorar la seguridad del suministro haciendo que se cultive más cannabis medicinal en Alemania. Han de aclararse de manera definitiva las condiciones para la conducción de vehículos tras el uso del cannabis medicinal”.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #288

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