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La Cañada Real: prevaricación, estigma y aporofobia

Durante el temporal Filomena, las más de siete mil personas que habitan la Cañada Real llegaron a amanecer a diez grados bajo cero. El asentamiento irregular más grande de España (y de Europa) lleva desde octubre del 2020 carente de suministro eléctrico en dos de sus seis sectores, con unas mil cien familias sin luz. El motivo, según Naturgy y Díaz Ayuso, son las plantaciones de marihuana de algunos vecinos.

Han pasado ya más de cincuenta años desde que los primeros pobladores comenzasen a llegar a la Cañada Real Galiana, el asentamiento irregular más grande de España y posiblemente de Europa. Esta antigua vía pecuaria atraviesa la península Ibérica desde La Rioja hasta Ciudad Real. Su tramo más popularizado son los quince kilómetros ubicados al sureste de la Comunidad de Madrid, que colindan con los municipios de San Fernando de Henares, Coslada, Vicálvaro, Vallecas y Rivas-Vaciamadrid. Según datos de la Comunidad de Madrid, allí viven 7.283 personas, entre ellas, unos 2.548 menores de edad. Las viviendas de Cañada Real crecen a un lado y a otro de su carretera de doble sentido (por momentos, sería más preciso decir único). Las construcciones van desde las infraviviendas hasta algunos chalets de una, dos o tres plantas principalmente, situados en los sectores 1, 2 y 3, un porcentaje ínfimo –como es el del narcotráfico o el de los coches de lujo– en comparación con las construcciones precarias donde habita la mayoría de la población de la Cañada Real.

El asentamiento irregular de la Cañada se organiza por sectores, que van del 1 al 6. El sector 6, el más extenso (6 km) y el que está más presente en la prensa, está próximo al Vertedero Municipal de Valdemingómez, tiene una gran parte de sus construcciones derruidas –su paisaje es comparable al de un pueblo de la Europa del Este que ha sufrido un conflicto bélico– y, como conoce casi todo el país, en él hay droga. Cuánta, cómo y dónde se encuentra son “secretos de sumario”. Los trabajadores que ejercen una labor social y humanitaria en Cañada Real aclaran que, en toda la extensión de los seis sectores, la droga no ocupa más de un kilómetro. No obstante, a pesar de que el narcotráfico es minoritario en esta área, es el foco principal para la política que se está haciendo sobre las personas que viven en la Cañada Real.

En mi barrio hay droga, pero tengo luz

"Isabel Díaz Ayuso señaló que los cortes de luz se deben al cultivo de marihuana. “Para tener los Porsche ahí aparcados, bien; para pagar las facturas, que es lo que está provocando esos cortes, no”, llegó a decir en un pleno"

Si en un mapa trazases una línea longitudinal hacia cualquier lugar partiendo del punto desde el cual estás leyendo ahora mismo estas columnas, ¿cuántos puntos de venta de droga podrías marcar? Seguro que varios. Sin embargo, imagino que tienes luz en tu morada. Obvio, que la persona que vive a tu lado, o cerca tuyo o en tu mismo vecindario, afecta a tu bienestar, desde su lenguaje corporal hasta las actividades que ejerza, ya estén dentro o fuera de la ley. La cuestión es: ¿por qué la actividad ilegítima de alguien con quien compartes barrio debe traducirse en que pierdas tu derecho a la luz eléctrica?

Este año España ha registrado una ola de frío histórica, la mayor nevada en cincuenta años. Madrid ha sido sepultado por la nieve. La Cañada Real amaneció con temperaturas por debajo de los diez grados bajo cero. Además, las vecinas y vecinos llevan denunciando desde octubre del 2020 su derecho a la energía eléctrica: “La luz no es un lujo, es un derecho”, escriben en sus pancartas. Pues varias casas de la Cañada, principalmente las emplazadas en los sectores 5 y 6, no tienen suministro de luz o la llegada de esta es escasa e intermitente. La presidenta de la Comunidad de Madrid –Isabel Díaz Ayuso– señala que los cortes de luz se deben al cultivo de marihuana. En diciembre, Ayuso dijo durante un pleno: “Para tener los Porsche ahí aparcados, bien; para pagar las facturas, que es lo que está provocando esos cortes, no”. Esta política del clickbait no es la que necesitan (ni se merecen) las familias que sobreviven en viviendas precarias y, en algunos casos, con un estado de salud vulnerable. Ayuso estigmatiza y etiqueta a casi dos mil doscientos núcleos familiares, unos mil cien (entre los sectores 5 y 6), afectados por los cortes de luz. “Creemos que se nos está dando un tratamiento indigno y que deciden sobre nosotros como si fuésemos mercancía, sin contar con nuestros derechos y sobre todo como si no fuésemos dignos de poder decidir”, denunciaron el 7 de enero en un comunicado las asociaciones de vecinos de la Cañada Real.  

Ante el odio y la aporofobia: números e informes. Hasta el 2011, parte de la población de la Cañada Real pagó el impuesto sobre bienes inmuebles (IBI) durante muchos años. Por lo tanto, las administraciones e instituciones toleraron la habitabilidad en dicho asentamiento. El 2017 fue un año (institucionalmente) especial para la Cañada, ya que se llegó a un acuerdo mediante el Pacto Regional firmado por la Delegación del Gobierno en Madrid, la Comunidad de Madrid, los Ayuntamientos de Coslada, Madrid y Rivas-Vaciamadrid y por los Grupos Políticos con representación en la Asamblea de Madrid. El anexo número tres de este documento registró: “Rehabilitación del suministro de luz” y prometió “garantizar a los ciudadanos de Cañada Real un adecuado suministro de energía eléctrica”. Por lo tanto, el Pacto de 2017 está siendo infligido y la Cañada Real precisa una intervención humanitaria de emergencia. Dos días antes de Navidad, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reclamó al Gobierno de Pedro Sánchez que “restablezca de inmediato” la luz. Olivier De Schutter –relator especial de la ONU– dijo en enero a El País: “La continua representación estereotipada de los residentes de la Cañada como delincuentes sigue un patrón bien conocido en el viejo escenario de la discriminación: vincular las acciones de unos pocos a todo un grupo para deslegitimar su existencia. El mensaje discriminatorio de equiparar a todos los vecinos de la Cañada con los delincuentes, ya sea por parte de los medios de comunicación o por parte de fuentes gubernamentales, debe terminar”.

La yerba no es el centro del problema

Ha muerto una persona del sector 6. Sucedió a principios de enero, tenía setenta y cuatro años. Su familia interpuso una denuncia en los juzgados de Madrid y en la Fiscalía de Protección de Mayores contra los responsables de la Comunidad de Madrid y de Naturgy, empresa encargada del suministro eléctrico. La familia del fallecido aseguró que este estaba bien de salud, pero que, desde diciembre, se estaba quejando. “No podía quitarse el frío del cuerpo”, cuenta su familia.

Naturgy –anteriormente conocida como Gas Natural Fenosa, nacida en el 2009 de la unión de Gas Natural y Unión Fenosa– es una de esas empresas que, como asegura en su libro Franquismo S.A. el periodista Antonio Maestre: “Se lucraron con la represión y el modelo autárquico que impuso el dictador”. Maestre desvela que Pedro Barrié de la Maza, antiguo dueño de Fenosa, “era un íntimo amigo de Francisco Franco y, a su vez, uno de los financieros del bando fascista que se sublevó contra la República”. Los problemas energéticos de la Cañada Real forman parte de un conflicto de pobres contra poderosos, una actualización del mito de David contra Goliat, en la que no está claro que vayan a ganar los de abajo.

Creo, como el periodista Javier Gallego Crudo, que la droga no es el motivo de esta crisis humanitaria. Todo apunta a que la causa principal es el ladrillo. La Cañada Real está rodeada por edificios relativamente jóvenes levantados por las promotoras inmobiliarias más grandes del país. “Nadie quiere tener un poblado chabolista en el vecindario, no es buena publicidad para vender las casas, y han encontrado un método para desalojar a los habitantes de la zona: dejarles sin luz y calefacción”, escribe Javier Gallego sobre la posible prevaricación del terreno de la antigua vía pecuaria. Recordar que existen barrios autoconstruidos, como es el caso de Orcasitas (Madrid), que se terminaron regularizando. Orcasitas, como la Cañada Real, fue la tierra donde, entre los años cincuenta y setenta, familias migrantes procedentes principalmente de Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura se asentaron para acercarse a la laboralmente fructífera capital española. No es noticia que en un asentamiento de viviendas precarias en situación de vulnerabilidad exista delincuencia. Lo que sí es noticia es que, en el 2021, la aporofobia justifique violencia sociopolítica y que ochocientas familias sufran por la vida que ejercen algunos pocos de sus vecinos, cuando elegir barrio es un privilegio.

 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #279

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