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Clarita, una mujer de portada

Clarita Brown no era nadie hace dos años, escribía una tesis sobre el adjetivo en el siglo XVIII, vivía de una beca académica y acababa de conocer a Marcelo. Su existencia anterior es un misterio, sabemos que fue correctora para grandes editoriales y que nació y pasó su infancia y adolescencia en Valladolid. De su vida reciente, en cambio, gracias a “Mi vida con un fumeta”, estamos mensualmente informados en las páginas finales de esta revista. Aprovechando la sesión de fotos para la portada, nos hemos acercado a entrevistarla.

Clarita Brown no era nadie hace dos años, escribía una tesis sobre el adjetivo en el siglo XVIII, vivía de una beca académica y acababa de conocer a Marcelo. Su existencia anterior es un misterio, sabemos que fue correctora para grandes editoriales y que nació y pasó su infancia y adolescencia en Valladolid. De su vida reciente, en cambio, gracias a “Mi vida con un fumeta”, estamos mensualmente informados en las páginas finales de esta revista. Aprovechando la sesión de fotos para la portada, nos hemos acercado a entrevistarla.

De no fumadora a portada de verano ofreciendo un porro a los lectores de Cáñamo, ¿una ascensión meteórica, no?

Te voy a contestar como una folclórica: me debo a mi público, ellos me han hecho crecer. Mi sitio en Cáñamo fue consecuencia de una broma; conozco al director desde hace tiempo, y al enrollarme con Marcelo, un fumeta de manual, le pedí que me dejara escribir un artículo crítico sobre los estereotipos del porrero. Le dije que en Cáñamo tendrían que tener una sección de no usuarios hablando de cómo son vistos los fumetas desde fuera, y me contestó que la hiciera yo, que contase mi vida con Marcelo.

Pero ahora fumas y ya no estás con Marcelo.

Sí, la bola de la vida da muchas vueltas. Marcelo ha pasado de ser un tirado que aspiraba a tener un carguito en Podemos a convertirse en un cultivador industrial que surte de marihuana a media Europa. El atractivo de ser jefe de una plantación como la suya no es solo económico, te conviertes en un imán y la gente te hace la ola cuando te ve, porque saben que tienes el poder de cambiar su ánimo con hierbas mágicas y que hasta puedes darle curro. Aunque lo parezca, Marcelo no es tonto, y disfruta como gurú que reparte ambrosías espirituales a una tribu que no para de crecer. Ya no estamos juntos, pero su cargo de conciencia patriarcal me permite seguir gozando de sus dádivas: cuando no me da dinero directamente, me da un kilo de marihuana. Así no se siente culpable. Yo en una de estas lo mandaré a la mierda, pero, mientras tanto, me siento como si me hubieran dado otra beca.

Clarita Brown fumando

Y te has aficionado a la hierba y a otras drogas.

En realidad, yo prefiero vaporizar: por el sabor, porque no tienes que andar buscando un mechero… Yo me he drogado poquísimo. Fumé como casi todo el mundo en la adolescencia y luego nada, hasta que conocí a Marcelo. Aunque en verdad fue Violeta Porro la que me aficionó al asunto, ella utiliza el THC como parte de su encanto sexual. Con ella también probé por primera vez el MDMA, una sustancia que aconsejo probar a todo el mundo.

¿Y qué te da la marihuana?

Yo era una persona centrada en el estudio y la marihuana me ha dado la posibilidad de inventarme una vida intensa. Lo que a otros les empana a mí me ha servido para romper con mis rutinas y mis patrones mentales. En mi caso, la marihuana me ha liberado también sexualmente, al despertar mis apetitos y al intensificar mis experiencias.

¿Y no te da pudor contar esas experiencias?

Escribir bajo pseudónimo me permite una enorme libertad. Vivimos tiempos de histeria colectiva en los que ser mujer se ha cargado de nuevas imposiciones. La historia de las mujeres es triste porque siempre nos han dicho lo que teníamos que hacer, cómo nos teníamos que comportar, cuál era nuestro lugar en el mundo. Ahora a lo mejor ya no es la iglesia, pero hay nuevas inquisiciones que nos exigen que seamos trabajadoras exitosas, madres ejemplares, que no nos droguemos y nos entreguemos a la vida sana, que nos mantengamos jóvenes, que sepamos envejecer, que seamos sexis, que no seamos sexis… Los hombres hacen lo que quieren, pero si eres mujer siempre hay alguien, o al menos existe una presión ambiental, que te dice cómo debes ser. Y el colmo es que hay algunas que se llaman a sí mismas feministas y no hacen más que imponer códigos de buena conducta sobre las mentes y los cuerpos de otras mujeres. No escribir con mi propio nombre me permite contar mi vida sin que importe el qué dirán. Sé que sería más valiente ir a cara descubierta, pero perdería mucho tiempo en discusiones estériles.

Hay quien dice que todo lo que cuentas es mentira. Incluso he oído decir que en realidad eres un hombre.

Sí, a la gente le cuesta aceptar que una mujer escriba como habla con una amiga. No estamos acostumbrados a que una mujer cuente sus experiencias sexuales o sus aventuras con las drogas. Las mujeres tenemos que quitarnos el corsé del decoro, escribir con normalidad de nuestras cosas, sin querer ser ejemplares en todo momento. Que nos llamen mentirosas es parte del precio a pagar por decir verdades. Y que mujeres que escriban con libertad sean acusadas, normalmente por otros hombres, de ser hombres encubiertos es un síntoma de que el machismo sigue más vivo de lo que creemos.

¿Crees que alguien se tomará a mal que aparezcas desnuda en la portada?

Mira, yo a la gente que se indigna por todo ya no la escucho. Mi presencia en la portada ha sido accidental. Como sabes, una famosa actriz española –no diré si ha ganado o no un Oscar porque sería dar muchas pistas– se comprometió a salir en biquini en portada brindando con un porro a favor de la regulación. En el último momento, con las fotos ya hechas, se echó atrás, pero no fue por temor al estigma que todavía supone hoy para una mujer ser porrera, sino porque su pose atrevida podía atraer la furia de algunas feministas y, según su representante, no era conveniente de cara al estreno en otoño de su próxima película, un biopic sobre Margarita Nelken. Cuando me llamaron desde Cáñamo y me contaron este lío, me pareció divertido sustituir a la actriz y salir en portada, pero les puse varias condiciones: salir desnuda y en una playa paradisíaca. Respecto a lo primero me dijeron que sí, pero que añadirían después unas ramas de marihuana tapándome el parterre y los pezones, para no sufrir censura en Facebook. Pero me garantizaron que en esta entrevista aparecerían las fotos al natural. A lo de la playa no pusieron problemas, tendría que posar delante de un croma y ya luego añadirían un fondo de paraíso tropical. Este año me quedo en Madrid y nada hay que me apetezca más que estar desnuda al sol sobre la arena y con un porro. Siento que en esta portada se cumple mi sueño veraniego. Y a los y las que les moleste que salga desnuda que no se escandalicen tanto, a ver si ahora también va a ser pecado que las mujeres practiquemos el nudismo.

Cangrejo fumeta

Ilustraciones: Cristóbal Fortúnez

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #236

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