¿He sido yo víctima de algún abuso? Basta entrar estos días en Facebook para recibir la impresión de una realidad depredadora donde las pobres mujeres somos presa fácil de hombres violentos y aprovechados. No digo que el mundo en general no sea un lugar peligroso donde nosotras tenemos mucho más que perder, pero ¿es esa mi realidad? ¿Son así los hombres que he conocido? ¿Son las mujeres que yo trato “pobres mujeres”? La verdad es que no.
Me pongo a repasar mi biografía y mentiría si dijese que me han acosado. Tuve problemas en un trabajo, pero como era una jefa y para más señas lesbiana no sirve para el caso que nos ocupa. La tía guarra antes de echarme a mí por no seguirle el tonteo, despidió a otra al descubrir que tenía planes inminentes de procrear. Yo no he sido víctima de ningún abuso o maltrato por parte de un hombre, pero sí es verdad que en muchas ocasiones ser mujer me ha hecho acelerar el paso al pasar sola por una calle oscura. Y eso que no soy miedosa. Desde que era pequeña mi madre me enseñó a que podía aspirar a ser lo que quisiera y trató de educarme sin complejos. Supongo que estar hoy al mando de una empresa de cultivo y venta de marihuana con diez trabajadores a mi cargo tiene en parte que ver con la educación recibida, con no creerme menos por ser mujer. Sé que soy una privilegiada, pero si me preguntan no puedo ocultar que las mujeres de mi generación, al menos en España, hemos crecido en una igualdad mucho mayor que la de nuestras madres. Todavía hay mucho por hacer, como se dice siempre, pero eso no me autoriza a presentarme como víctima cuando no lo soy. Sobre todo por respeto a las víctimas reales, cuyo padecimiento se banaliza cuando lo equiparamos a problemas más leves.
Lo que sí tengo claro es que el 8 de marzo mi empresa irá a la huelga. Sé que no somos una empresa legal y que el impacto no será oficial, sin embargo, dejar de repartir marihuana un día en el barrio afectará y hará pensar a muchos de nuestros clientes sobre la necesidad de acabar de una vez por todas con la desigualdad salarial y por supuesto con los abusos y maltratos de los poderosos. Si algún día tengo una hija me gustaría que pudiese andar de noche sola sin temor a que un lobo calentorro la asalte.
Todo esto viene a que el otro día, en un encuentro con mujeres del sector, me pidieron que yo, como voz femenina, denunciara públicamente las humillaciones constantes que sufrimos en un mundo machirulo como el cannábico. Yo me excusé diciendo que salvo unos ladrones no me había topado con ningún abusón desde que me dedicaba a la hierba. “¿No me dirás que no has conocido a tíos que querían follarte a toda costa?”, me preguntó la presidenta de un CSC y yo respondí que sí, claro, pero que aquellos pesados no se habían propasado más allá de ponerse babosos, y que en cualquier caso denunciar eso como acto delictivo me parecía excesivo. Aquellas amigas, tres de ellas al frente de negocios relacionados con el cannabis, recordaron su situación minoritaria dentro del sector y se pusieron a enumerar encuentros desagradables con tíos cutres. Sin embargo, la charla fue evolucionando y llegamos a la conclusión de que, aunque a la hora de darle al porro ellos son proporcionalmente más, estábamos muy bien representadas en los cargos de poder del movimiento. “Mujeres empoderadas”, dijo una y todas estuvimos de acuerdo con ella en que éramos muchas las mujeres poderosas en nuestro ámbito porque la planta del cánnabis conspiraba a nuestro favor. Entre risas acabamos denunciando la condición blandengue de los hombres del sector. Había algunos indeseables, sí, pero sería cosa también de los efectos de la sustancia, lo que abundaba aquí eran hombres demasiado pasivos, por no decir acojonados ante nuestro poderío. “Aquí, o tomas tú la iniciativa o no hay quien folle”.
Yo creo que dentro de unos años las mujeres habremos tomado el poder en el sector cannábico, porque como decía una de mis amigas, los cannabinoides convierten a los machos cazadores en tiernos recolectores.
¡Avisados están!