Nuestro plan era asistir a la reunión de mujeres cannábicas que se celebraba en la Spannabis. Durante el trayecto en furgoneta Violeta fue ensayando en voz alta la soflama feminista-cannábica-anticapitalista con la que pensaba enardecer a la audiencia: “¿Pero no os dais cuenta –empezaba su discurso– de que las plantas que fumamos son hembras y el negocio está dominado por machirulos que se proclaman los reyes?”.
Las cinco que íbamos acompañando en la furgoneta a Violeta, incluso el Morse que iba al volante, acabamos aprendiéndonos también la letanía y llegamos a ensayarla a coro. Mi parte preferida era el estrambote final cuando incitábamos con sugerentes rimas a reducir aquel boyante y machista negocio a cenizas: “¡Con este soplete quememos su negociete! ¡Con este mechero quemémosles los huevos!”.
Menos mal que paramos a comer y, cuando llegamos, ya hacía varias horas que la reunión de mujeres cannábicas había terminado. El Morse había venido por orden de Marcelo para comprar unos alambiques carísimos con los que hacer extracciones. Violeta, olvidando su incendiaria pulsión anticapitalista, se fue con las chicas a negociar una compra al por mayor de semillas de exóticas variedades. Y yo me puse a caminar por aquel laberinto atestado de gente y de humo. Vaya aburrimiento de feria.
Acabé mi paseo en el auditorio casi vacío de las conferencias. La charla era sobre “Sexo y cannabis”, y, qué casualidad, entre las tres ponentes estaba Amarna Miller, una actriz porno que se prodiga fuera de los platós del género y te la puedes encontrar en un acto de Podemos hablando de feminismo o en el sofá de Antonio Escohotado charlando sobre drogas o en Arco reclamando una consideración artística para las pelis X. Durante un tiempo Marcelo había estado obsesionado con ella. No me lo decía, pero cuando curioseaba en su ordenador y me metía en la web de Youporn, de Pornohub o de Redtube siempre aparecían los vídeos de Amarna bajo la etiqueta de “Volver a ver”. En uno de ellos un negro de dos metros y una polla como el brazo de un camionero la ensartaba mientras ella ronroneaba como un gatito. La de pajas que se habría cascado Marcelo ensoñándose con ese pollón negrote, dueño y señor de la Miller.
“Para terminar me gustaría haceros una encuesta”, dijo una de las ponentes, y desde el estrado empezó a preguntarnos a las mujeres presentes por los efectos sexuales que sentíamos con el cannabis: que si mayor humedad vaginal, que si mayor destreza con los músculos vaginales, que si orgasmos múltiples… Salvo por el caso de una chica que decía que se le secaba más el chichi, algo que a su novio le gustaba pero que a ella no, el resto de mujeres confirmaron que el cannabis les venía de perlas para follar. Los hombres también parecían de acuerdo y, levantando la mano, confirmaron que el porro les daba más vigor y sensibilidad, más entusiasmo con los juegos previos y hasta orgasmos más violentos. Inevitablemente me acordé de Marcelo y de su particular cabeceo cuando se corre.
Me acordé de Marcelo, y lo vi. En serio, lo vi en la primera fila de pie y aplaudiendo como un poseso al terminar el acto. No me lo podía creer. Lo había dejado durmiendo en Madrid y ahora estaba allí, aguardando a que Amarna Miller descendiese por las escaleras.
Me acerqué sin que me viera y me quedé observando cómo se presentaba a la actriz porno y le daba con muchas explicaciones una bolsa de hierba. Luego fue más allá y se arrimó a ella para hacerse un selfi. Se despidieron con dos besos y Amarna le escribió algo en un papel de fumar que Marcelo guardó moviendo la cabeza en agradecimiento, como cuando se corre.
–Marcelo, ¿qué haces aquí con la Lagarta Miller?
–Haciendo negocios. Quiero montar un banco de semillas y que mi primera variedad, una sativa muy afrodisíaca, se llame Amarna.
Me quedé estupefacta, siempre que Marcelo hablaba del banco de semillas me prometía que la primera variedad llevaría mi nombre. Violeta había aparecido y me retuvo cuando traté de abalanzarme sobre el canalla, que me decía, “¿qué te crees tú, que le voy a poner tu nombre a mis semillas cuando llevas tres meses sin acostarte conmigo? Sigue follando con Violeta que ya veré yo lo que hago”. Y se marchó sin despedirse.
“Vaya feria triste”, le dije a Violeta, “el año que viene sin falta la quemamos enterita”.