Ha ocurrido en Fuengirola, lugar donde todo es posible. Una turista finlandesa de 22 años, cuyo nombre, suponemos que, por precaución, no ha trascendido, ha sido acusada de abusos sexuales a un taxista y a un menor, a los que, a decir de la denuncia, metió mano en contra de su voluntad.
La joven, turista de la ciudad, que después alegó que no recordaba los hechos, pretendía volver a casa después de haberse hartado a chupitos de vodka y a porros de hierba. Para ello solicitó los servicios de un taxi. Durante el trayecto a su alojamiento, la alegre chica supuestamente se abalanzó sobre el conductor y comenzó a darle besos por el cuello y a realizarle tocamientos en sus partes. El taxista, vecino de la localidad y de 39 años, no se dejó cortejar y expulsó a la clienta, quien se negó a pagar la carrera. Ante la reacción, el taxista llamó a la policía y a su esposa, a la que le faltó tiempo para llegar hasta el lugar de los hechos. Tanto la policía como la esposa del taxista localizaron a la joven finlandesa, que ya se encontraba declarando su amor a un grupo de chavales, menores de edad, a los que además comenzaba a besar y toquetear. Frente a este comportamiento la policía no pudo hacer otra cosa que llevársela detenida y confinarla en un lugar seguro, donde la chica alternó momentos de sueño con bailes y comentarios de carácter sexual dirigidos a los policías.