Albania, drogas y corrupción
Albania se ha convertido en uno de los centros neurálgicos del comercio europeo de drogas en general y de marihuana en particular. Ser un país pequeño, con tres millones de habitantes, en el corazón de los Balcanes y con sus costas en el adriático frente a Italia, lo ha convertido en un lugar de paso privilegiado para todo tipo de mercancías ilícitas y, al calor de la corrupción política, especialmente propicio para la delincuencia organizada.
Albania se ha convertido en uno de los centros neurálgicos del comercio europeo de drogas en general y de marihuana en particular. Ser un país pequeño, con tres millones de habitantes, en el corazón de los Balcanes y con sus costas en el Adriático frente a Italia, lo ha convertido en un lugar de paso privilegiado para todo tipo de mercancías ilícitas y, al calor de la corrupción política, especialmente propicio para la delincuencia organizada.
Recientemente las drogas han ocupado las portadas de los periódicos a raíz de que el Partido Demócrata en la oposición acusara al Partido Socialista en el gobierno de beneficiarse del tráfico de drogas. Al primer ministro Edi Rama se le achaca no haber hecho lo suficiente para reducir el papel de Albania en el comercio de drogas en Europa. Y al Ministro del Interior, Saimir Tahiri, se le ha llegado a acusar de proteger y encubrir a los involucrados en el narcotráfico.
En el mes de octubre, Andrea Guidi, un piloto italiano, aterrizó en un campo al norte de Tirana, supuestamente por motivos recreativos. Sin embargo, el periodista Artan Hoxha señaló que se trataba de un vuelo relacionado con el transporte de 200 kilos de marihuana que se recogerían unos días más tarde. Sea o no verdad esta relación, las autoridades detuvieron a Hoxha, aparentemente por divulgar información sensible al público. La trama todavía tuvo una vuelta de tuerca más cuando el opositor Partido Demócrata sugirió que la información que Hoxha compartió fue en realidad proporcionada por el Ministro del Interior Tahiri con el fin de comprometer la investigación del caso y encubrir a los narcotraficantes.
En mayo de este año, las autoridades griegas acusaron al gobierno albanés de proteger y encubrir a Klemend Balili, un hombre de negocios albanés y director del estatal Servicio de Transportes de la Región de Saranda, al sur de Albania. Las autoridades griegas habían cursado una orden de arresto contra Balili por creerlo sospechoso de organizar una red de tráfico internacional de marihuana desde Albania a países de Europa occidental. El opositor Partido Democrático albanés también acusó en este caso al ministro Tahiri de proteger al presunto capo.
Albania ostenta el puesto 88 del mundo en el Índice de Percepción de la Corrupción elaborado por Transparency International y su política de drogas no contradice este dato. El año pasado, las autoridades albanesas afirmaron haber destruido nada menos que el 99,2 por ciento de la marihuana del país. Sin embargo, este año, la policía afirma haber destruido 1,7 millones de plantas de cannabis, tres veces la supuesta cantidad destruida el año pasado. Pero la contabilidad creativa no consigue maquillar la realidad ni alejar las sospechas.
Desde 2008, Albania es miembro de pleno derecho de la OTAN, tras Turquía es la segunda nación con mayoría musulmana en la Alianza Atlántica. En 2014 se postuló como candidato para unirse a la UE, lo cual es ya una victoria en un enclave históricamente conflictivo como es el balcánico. Sin embargo, la corrupción de la élite política y el papel del país en el tráfico de drogas europeo puede poner en peligro la normalización y apertura internacional de uno de los países más aislados del antiguo bloque comunista, además de amenazar el difícil equilibrio de la región.