Pero esta mujer no solo metió marihuana en bolsitas para que su novio pudiera tomar o traficar con ellas en la cárcel del Distrito 46 de San Martín, sino que también aprovechó el espacio de los deliciosos chinchulines para colocar cocaína.
Por desgracia para esta mujer, meter droga de contrabando en la comida es más viejo que la lima en el pan. No es de extrañar, por lo tanto, que el envío fuera interceptado casi de inmediato. Servicio Penitenciario Bonaerense identificó la comida casi de inmediato el día domingo de visitas de los familiares de los presos. En los chinchulines había hasta 8 envoltorios con la marihuana y la coca envueltos en nailon.
Pero no fue el único envío ese día. Parece ser que ese mismo día, también detectaron 12 envoltorios con cocaína dentro del pliegue de una bolsa de residuos donde ingresa la mercadería como depósito, provista por el primo de una interna del anexo femenino de ese penal.
En ambos casos, la droga acabó en la comisaría Cuarta de José León Suárez, donde se continuaron las investigaciones.