Durante décadas, la cultura cannábica ha supuesto que el paso del humo por el agua contenida en el bong "limpia” el humo que se inhala. La nueva investigación -publicada originalmente como manuscrito científico sin revisión de pares y actualmente retirado por "conflictos burocráticos"- buscó poner a prueba esa creencia con un enfoque químico estandarizado. Para ello analizó el humo de tres variedades comerciales (Bubble Gum, Silver Haze y Hang Over OG) consumidas en dos formatos: porro y bong.
Los resultados reportados indican perfiles químicos muy similares entre porro y bong. Además, ningún compuesto apareció completamente “filtrado” por el agua. Lo que significa, en términos simples, que el agua no eliminó de forma íntegra los compuestos detectados por el equipo, aunque pudo haber modificado proporciones específicas.
Sin embargo, el propio estudio reconoce limitaciones metodológicas, según indica el medio especializado Marijuana Moment, ya que el análisis empleado no captura partículas mayores, aerosoles y metales que sí podrían retenerse (parcialmente) en el agua. Tampoco analiza la química del agua del bong tras el uso, ni controla pérdidas de humo durante la recolección. BioRxiv consigna que el manuscrito fue retirado el 10 de septiembre y, aunque esto no invalida los datos, sí impide presentarlos como evidencia concluyente.
El contexto histórico muestra un panorama matizado. Investigaciones citadas por MAPS en los años sesenta, centradas en tabaco, apuntaban a que el paso por agua reducía parte del material particulado y ciertos compuestos fenólicos; en cambio, un trabajo clásico de Dale Gieringer concluyó que las pipas de agua no necesariamente protegen de los alquitranes y que pueden retener relativamente más THC, empujando a consumir mayores cantidades para lograr el mismo efecto. La evidencia, en suma, ha sido contradictoria y dependiente de método, sustancia y métrica.
En paralelo, la discusión sobre el “agua de bong” ha tenido desaciertos que rozan lo absurdo. En Minnesota, por ejemplo, se llegó a considerar jurídicamente esa agua como “sustancia controlada” tras un fallo de 2009, una interpretación que derivó en penas desproporcionadas que recientemente ha sido corregida y que da cuenta de cómo los imaginarios sobre el bong se cruzan con políticas públicas, salud y criminalización.