El trabajo reúne dos investigaciones complementarias. Se utilizaron Caenorhabditis elegan, un gusano nematodo, ampliamente usado como organismo modelo en biología y envejecimiento), que fueron expuestos a un rango amplio de concentraciones para evaluar toxicidad aguda y, de forma separada, administró de por vida CBG. La exposición no produjo toxicidad aguda y la vida media se extendió entre 13,9% y 19,1%, mientras que la vida máxima se mantuvo estable (≈23–24 días).
En paralelo, el estudio condujo una evaluación de toxicidad oral en ratas Sprague Dawley con dosis diarias durante 14 días. No se registraron muertes ni signos clínicos atribuibles al tratamiento. El peso corporal y el consumo de alimento se mantuvieron, con variaciones menores. En el grupo de mayor dosis se observaron incrementos leves de fosfatasa alcalina y cloruros. En conjunto, los datos sugieren buena tolerabilidad a corto plazo en este modelo.
Más allá de los resultados, conviene situar el hallazgo en su contexto. El CBG ha ganado presencia en el mercado del cannabis como “cannabinoide menor”, mientras la literatura disponible es mayoritariamente preclínica y explora propiedades antiinflamatorias y antioxidantes, además de posibles efectos vasomotores.
Por eso es que, a falta de ensayos en humanos que definan dosis, duración, seguridad prolongada y desenlaces clínicamente significativos, estas evidencias deben leerse como hipótesis validadas en modelos experimentales. La investigación aquí resumida aporta métricas y márgenes de seguridad útiles para diseñar estudios clínicos y para orientar debates regulatorios, pero no es extrapolable de forma directa a personas.