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Las mujeres que consumen drogas son doblemente discriminadas

Aunque el uso de drogas es motivo de discriminación contra cualquier persona, los estudios apuntan que las mujeres enfrentan un mayor estigma en comparación con los hombres.

Hoy, día 8 de marzo, se celebra el día internacional de la mujer: fecha simbólica de reivindicación de los derechos de las mujeres, que en varios aspectos prácticos todavía no se cumplen con equidad respecto a los hombres. La discriminación por razones de género son múltiples aunque a veces pasan desapercibidas ante la apariencia de normalidad, las costumbres adquiridas y la cultura aprendida desde la infancia.

En nuestras sociedades y en muchas otras el consumo de drogas es también motivo de discriminación, independientemente del género de la persona consumidora. No obstante, el estigma social puede ser múltiple, si la persona o el grupo social discriminados lo son por más de un motivo. La clase social, el género o las características étnicas son de por sí una causa frecuente de discriminación, pero si se dan unidas o se les suma otros tipos de disciminación, como el uso de drogas, la presión social y las posibilidades de ser marginalizadas aumentan.

La opinión pública negativa sobre el consumo de drogas y los estereotipos sobre las personas usuarias de drogas afectan a las personas consumidoras y a la construcción de su identidad. Esto significa que las percepciones sociales negativas hacia un colectivo pueden provocar que las personas de dicho colectivo acaben asumiendo esa visión negativa de sí mismas, por ejemplo, haciendo que se vean como menos capaces de dirigir su vida o de abandonar el consumo problemático de sustancias.

Para el caso que nos atañe, el de las mujeres consumidoras de drogas, estudios como el realizado por la Fundación Atenea en 2017, han identificado una la percepción social distinta para los hombres y las mujeres consumidoras concluyendo que, en comparación con los hombres, “la percepción sobre las mujeres drogodependientes es más negativa y estigmatizada”. El estudio, titulado Imagen social de las personas con consumo problemático de drogas desde la perspectiva de género, se basó en el análisis de noticias de prensa y talleres de reflexión con personas de distinto género y edad, y con consumidores y no consumidores de drogas.

Un estudio anterior señaló que “la imagen de las drogodependencias está asociada a lo masculino, no sólo porque la proporción de hombres consumidores y con problemas de consumo es mayor que el de mujeres sino, también, porque las drogas y su consumo son compatibles con el modelo imperante de masculinidad”. Según el análisis de los autores la asunción de riesgos como el consumo de drogas es un comportamiento que encaja con el modelo mayoritario de masculinidad, mientras que el uso de drogas a menudo se ve como algo “impropio” de la feminidad o de aquello asociado tradicionalmente a las mujeres.

Esto se traduce en una tendencia a invisibilizar a las mujeres consumidoras de drogas y a la construcción de una percepción social más negativa que tiene múltiples consecuencias sobre ellas. “El juicio social sobre ellas, sus conductas, sus motivaciones o las consecuencias de sus actos, es más intenso y tendente a la culpa”, dice el primer estudio. La mayor presión social sobre las mujeres que consumen tiene como consecuencia una menor comprensión y apoyo de su entorno más cercano, lo que puede agravar su situación en casos de consumos problemáticos o afectar más negativamente a sus relaciones y su capacidad para acceder a servicios, recursos y oportunidades en comparación con los hombres.

Esta invisibilización y mayor culpabilización también se traslada a la esfera profesional de atención a personas con problemas asociados a las drogas. “Los recursos no están adaptados a las necesidades y especificidades de ellas, resultando poco eficaces en su caso”, advirtió el estudio. También la mayor discriminación provoca un menor acceso y demanda de las mujeres a los recursos de asistencia, porque el estigma asociado a pedir ayuda y admitir un problema con el uso de drogas es mayor.

Es preciso mencionar también que este tipo de discriminación por género que afecta a las personas consumidoras (y también no consumidoras) de drogas, se extiende (y en muchos casos en mayor grado) para las personas de género disidente que no se identifican con el género binario, que han hecho una transición de género y para otras personas que se identifican dentro del colectivo LGTBIQ+.

De igual modo, como señalamos al inicio del artículo, otras formas de discriminación como las perpetradas por motivos éticos pueden marginalizar más a las personas consumidoras de drogas. El impacto que la guerra contra las drogas ha tenido en las comunidades negras y latinas en EE UU ha sido de tal magnitud en comparación con la población blanca que actualmente la mayoría de leyes presentadas y aprobadas en favor de la regulación del cannabis en el país incluyen medidas para revertir los efectos que la prohibición ha provocado, criminalizando, empobreciendo y marginando a la población no blanca. 

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