La dimetiltriptamina (DMT), un potente psicodélico presente en plantas y en pequeñas cantidades en el organismo humano, es conocida por inducir experiencias intensas que muchos describen como un viaje a “otros mundos”. Entre quienes consumen esta sustancia es habitual hablar de encuentros con entidades que parecen tener vida propia: figuras alienígenas, deidades o seres de formas imposibles.

"Death by Astonishment: Confronting the Mystery of the World's Strangest Drug" de Andrew R. Gallimore.
La pregunta sobre si estas entidades son meras construcciones del cerebro o manifestaciones de inteligencias externas divide a la comunidad científica y psicodélica. Andrew Gallimore, doctor en química biológica por la Universidad de Cambridge y con trayectoria en neurociencia computacional, propone en su nuevo libro Death by Astonishment: quizá estas visiones no sean únicamente fruto de la actividad cerebral.
Gallimore argumenta que resulta poco plausible que el cerebro pueda generar mundos y entidades “enteramente no humanos” con tal nivel de detalle, dinamismo y coherencia. Según su hipótesis, la DMT podría actuar como una interfaz entre el cerebro humano y “agentes inteligentes” normalmente invisibles, al activar los mecanismos neuronales que construyen nuestra percepción de la realidad.
No obstante, la comunidad científica sigue siendo cauta. Expertos como Zeus Tipado, investigador en neurociencias y psicodélicos, defienden que estos fenómenos pueden explicarse mediante procesos cerebrales complejos aún no completamente comprendidos. “Es probable que ciertas áreas del cerebro generen estas criaturas alienígenas, con las que luego interactuamos simbólicamente”, afirma Tipado en un análisis para la revista DoubleBlind.
Gallimore reconoce que su postura es más especulativa que definitiva. Sin embargo, considera necesario abrir el diálogo sobre las implicaciones de experiencias que, en sus palabras, “son imposibles de ignorar por su intensidad y coherencia interna”. Desde un enfoque terapéutico, el autor también destaca estudios emergentes que exploran el uso de DMT vaporizado en el tratamiento de la depresión, aunque advierte que los dominios a los que conduce esta molécula son profundamente extraños y potencialmente perturbadores para algunos usuarios.
El planteamiento de Gallimore no solo desafía la concepción materialista de la mente, sino que invita a repensar el lugar de los psicodélicos en el estudio de la conciencia. Aunque aún lejos de ser aceptada por la ciencia convencional, la idea de que la DMT abre un portal hacia inteligencias ajenas subraya cuán poco sabemos sobre los límites de la percepción humana.