El estudio, publicado por la firma Jaunty y difundido por el medio Ganjapreneur, señala que los factores que más influyen en la decisión de compra son el precio (28,4%) y la conveniencia (23%), seguidos por los efectos terapéuticos deseados como el sueño, la energía o la regulación del estado de ánimo. En conjunto, estos datos perfilan una demanda más sofisticada y racional que privilegia el control sobre el tipo de experiencia cannábica.

Otro hallazgo relevante del informe es la preocupación por la transparencia de las marcas: solo el 43,2% cree que la mayoría de las empresas etiquetan de forma clara sus ingredientes y procesos de origen. Asimismo, el 37,6% de las personas encuestadas afirmó sentirse “muy confiada” respecto a la ausencia de contaminantes en los productos adquiridos en dispensarios autorizados, aunque un 13,8% admitió tener escasa confianza al respecto.

El perfil de las personas consumidoras también aporta contexto a esta preferencia: la mayoría tiene entre 30 y 60 años, y consume cannabis al menos varias veces por semana. En este grupo, los comestibles destacan por su practicidad, dosificación precisa y efectos prolongados, lo que resulta especialmente atractivo para quienes buscan compatibilizar el uso con rutinas laborales o familiares.

Desde la legalización del uso adulto en 2021, el mercado de cannabis en Nueva York ha evolucionado rápidamente, con una oferta creciente de productos no combustibles. Los comestibles, en particular, se han posicionado como una categoría estratégica tanto para personas consumidoras habituales como para quienes se inician en el uso legal del cannabis.

La consolidación de los comestibles en Nueva York no solo redefine el perfil de consumo en la región, sino que anticipa el rumbo de un mercado que prioriza el bienestar, la transparencia y la diversificación de formatos. En un entorno regulado, esta categoría podría ser clave para promover prácticas de consumo más informadas y sostenibles.