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Louis Armstrong, el genio que amaba el cannabis

Inimitable e inigualable, palabras que suenan a tópico pero que en el caso de Armstrong encajan perfectamente. También amante de la weed.

Louis Armstrong

Genial con la trompeta y una voz inconfundible, el estadounidense fue uno de los primeros afro-americanos que cruzaron fronteras. Una leyenda sin parangón.

Menos conocida, tal vez, es su faceta de amante del cannabis. Armstrong, que comenzó su carrera en los años veinte del siglo pasado, vivió una época donde la marihuana aún era un producto legal. Mejor dicho, aún no estaba catalogado como droga. Aunque ese momento duró poco y su gusto por el cannabis le trajo más de un problema.

Conocido como “Satchmo” o “Pops”, nació en Nueva Orleans en el perfecto 1900 un 4 de agosto. Su padre le abandonó muy joven y su madre se dedicó buena parte de su vida a la prostitución. Fue en esos ambientes del music-hall donde se crió y empezó a pillarle el gusto a la música. Adolescente conflictivo (le pegó un tiro a su padrastro), su vida cambió cuando conoció al profesor Peter Davis. Fue él quien le introdujo en el mundo de la música y le enseñó a tocar la corneta, el instrumento que acompañaría a Pops toda su vida.

Durante los años veinte, Pops se introdujo en la marihuana y continuó con ella el resto de su carrera. La llamaba afectuosamente “la caja” (the cage), que era la jerga común para referirse al cannabis en ese entorno.

Ese era nuestro pequeño apodo para la marihuana… Siempre vimos al cannabis como una especie de medicina, un trago fácil con mucho mejores pensamientos que los que están llenos de licor” dijo Armstrong a su biógrafo Max Jones.

La pieza instrumental “Muggles” está dedicada a la marihuana (mucho antes de que J.K Rowling llamase así a sus no-magos). Y es que Muggle o Mug era la palabra con la que los músicos llamaban a los porros.


Armstrong fue detenido por fumar marihuana enfrente del Cotton Club (California).

Vic [Berton, su batería] y yo estábamos fumándonos unos canutos, echándonos unas risas y pasándolo de muerte los dos juntos. Entonces aparecieron dos detectives, nos señalaron su coche y dijeron «Venga chicos, nos largamos»”.

Los detectives confesaron a Armstrong que le habían arrestado porque el líder de una banda rival estaba celoso del talento de Pops. Los detectives eran fans de la música de Armstrong y le metieron “solo” nueve días en la cárcel. Menos mal que eran fans…

Una de las historias más divertidas, aunque posiblemente falsa, es aquella que relaciona a Pops con el presidente Richard Nixon, el más infame de los que EE.UU ha tenido.


En 1953 Pops y Nixon coinciden en el aeropuerto de Japón. Nixon, por aquel entonces vicepresidente, gritó al verle “Satchmo! ¿Qué estás haciendo aquí?” Pops le explicó que había estado de gira por Asia como “embajador” de los Estados Unidos. Entonces Nixon, riéndose, dijo “¿Embajador? Los embajadores no pasan por donde los clientes normales”, agarró la maleta y fueron por el pasillo de las autoridades. Lo que Nixon no sabía es que la maleta iba un precioso cargamento de tres libras de cannabis: acababa de hacerle una suerte de contrabando. Mucho más tarde, un congresista que se hizo eco de esta anécdota, preguntó a Nixon sobre la relación entre Armstrong y la marihuana, a lo que Nixon respondió: “¡¿Louis fuma marihuana?!”

En 1954 su esposa Lucille fue detenida por llevar encima sólo 14,8 gramos de cannabis. Se especula que el cannabis pertenecía a Armstrong. Sea como fuere, era una cantidad ridícula que llevó a la pobre Lucille a la cárcel. El incidente produjo que Armstrong  escribiera una conmovedora carta pro-legalización en la que se podía leer:

“Mi nervios se relajan con un buen canuto gordo de cannabis. No me puedo permitir estar tenso, pensando en que en cualquier momento me van a arrestar y llevarme a la cárcel por una tontería menor como la marihuana”.


También en 1954 se publicó una de sus biografías, la cual fue censurada por su editor: todas las partes sobre la marihuana se retiraron. Prometió escribir una segunda parte, pero debido a este incidente nunca llegó a terminarla.

Pese a todo, en 1971 poco antes de morir, accede a sentarse con Max Jones y hablar sobre el tema. Dice que se vio obligado a tener que dejar la maría, a pesar de sus beneficios medicinales.

Solíamos decir que la maría es más una medicina que una droga. Pero con todo el lío alrededor de ella. Pero los costes que teníamos que pagar eran demasiado altos [en términos de multas y cárcel] que al final tuvimos que decir ‘adiós’ y dejarla. Pero aunque todos llegamos a ser tan viejos como Matusalén en nuestra memoria quedarán para siempre montones  de recuerdos con la maría bellos y confortables”.

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