Impulsado por el colectivo Las Barbies Testeadoras del Bajío, el curso "Hackear el fascismo: desinformación, salud y política de drogas" fue concebido como una estrategia de resistencia digital y territorial frente al recrudecimiento de los entornos prohibicionistas en América Latina. Aunque estaba diseñado para apenas 50 personas, la convocatoria desbordó las expectativas al recibir más de 250 postulaciones provenientes de Chile, Perú, Colombia, Uruguay, México y otros países. La cifra revela una necesidad urgente de formación comunitaria frente a un contexto cada vez más hostil.
El entorno digital se ha convertido en una trinchera donde también se libran las batallas por el derecho a la información y al cuidado. Las Barbies Testeadoras denunciaron la cancelación sin explicaciones de su cuenta en Instagram, un hecho que se repite con inquietante frecuencia en otros proyectos de reducción de daños de la región. La censura algorítmica no solo bloquea contenidos educativos sobre sustancias psicoactivas, sino que obliga a reconstruir desde cero redes y pedagogías en plataformas privadas. Ante ello, los colectivos han respondido con creatividad: listas de correo, canales encriptados, encuentros presenciales y perfiles espejo conforman una comunicación resiliente y descentralizada.
A la censura digital se suma la presión financiera. Una evaluación reciente de la International Network of People who Use Drugs (INPUD) alertó sobre el impacto de los recortes presupuestales impulsados por EE UU en 2025, que afectaron de forma directa a organizaciones de base y programas de salud en varios países de América Latina. El caso de la decertificación de Colombia como aliado en la "guerra contra las drogas" evidencia cómo los flujos de financiamiento se convierten en instrumentos de presión diplomática.
Frente a este panorama, la respuesta desde los territorios no ha sido el repliegue, sino la autogestión. En el Bajío mexicano, La Testería ha logrado implementar herramientas como el análisis colorimétrico de sustancias, materiales educativos sin estigmas y talleres de naloxona. En fiestas, barrios y espacios comunitarios, los dispositivos de cuidado se sostienen a través de acciones directas que impulsan laboratorios de testeo, protocolos para el uso informado, entre otros.
El curso "Hackear el fascismo" no solo fue una formación técnica, sino un espacio de escucha y articulación entre experiencias diversas. Activistas de nueve países compartieron diagnósticos similares: el avance de gobiernos de derecha ha recrudecido las barreras legales, morales y algorítmicas. Pero también ha fortalecido alianzas: se comparten saberes, se traducen herramientas, se expanden redes de afecto. En ese entramado, la pedagogía del consentimiento y el placer informado emerge como horizonte político y sanitario.