De entre todas las teorías pseudocientíficas sobre la evolución una de las más divertidas es la conocida como hipótesis del “mono colocado”. ¿Eran nuestros ancestros unos amantes de la psicodelia?
Según esta hipótesis, el desarrollo del cerebro humano actual hubiera sido imposible si nuestros ancestros, hace unos 100.000 años, no hubiesen coqueteado con las drogas. En concreto, con la psilocibina.
La hipótesis es defendida por Terence McKenna, reconocido psiconauta, que estudió ecología, conservación y shamanismo en la Universidad de California-Berkley Tussman Experimental College (que no es lo mismo que la Universidad de Berkley, en caso de que no haya quedado claro. Es como ir a un curso de parapsicología que patrocina la Universidad Complutense).
En su libro de 1992, Comida para los dioses (Food for the Gods), hizo referencia por primera vez a esta hipótesis del mono colocado (“stone ape” en inglés). Sostiene McKenna que el homo erectus comenzó a probar un hongo llamado Psylocybe cubensis que suele crecer cerca de las heces de las vacas. Esto lleva a pensar, según McKenna, que los cazadores recolectores fuesen detrás del ganado no tanto por la carne como por los hongos. Eventualmente, el consumo de psicodélicos se convirtió en rito religioso (podemos estar hablando de 50.000 años o más después de que se comenzase a comer Psylocybe cubensis). Es este hongo el responsable del desarrollo del intelecto del ser humano que actualmente conocemos (que tampoco es decir mucho, la verdad) y, consecuentemente, de ser el responsable de que tengamos arte, música, filosofía y Mujeres, hombres y viceversa.
¿Se sostiene esta hipótesis en algún hecho? Para nada. La única evidencia que tenemos y en la que se sostiene todo el discurso de McKenna es que al ser humano siempre le ha gustado colocarse. Sabe qué plantas tomar y cómo hacerlo para evadirse de la realidad, ser feliz o tener experiencias psiconáuticas. Más allá de eso no existe, que se sepa, relación entre el desarrollo intelectual del cerebro de un humano contemporáneo y los psicodélicos.
La razón de McKenna detrás de sus argumentos no es científica, es política y bastante respetable. Su lucha está en que se levante la prohibición del consumo de psicodélicos y que se acabe de una vez con la mal llamada “Guerra contra las drogas”. La hipótesis, más que tener un marcado carácter científico, pretendía ser un cambio de paradigma en la forma que tenían los estadounidense de concebir las drogas: la idea no era que nos volvíamos más idiotas al consumir drogas sino que no seríamos inteligentes sin el consumo de psicodélicos.