¿Cómo sabrá un cogollo que lleva cinco años guardado en un bote? ¿Habrá perdido todas sus propiedades?

Desde Marijuana y Weedmaps han elaborado una reseña de marihuana que se cosechó en 2012. La marihuana se encapsuló en un recipiente que no ha vuelto a abrirse hasta el día de la review. Arqueología cannabica.

Estas son las características del producto después de pasar por el laboratorio.

Hay que recordar que almacenar cannabis en un tarro no es el lugar ideal, incluso aunque no se haya abierto en ningún momento. Veamos el veredicto:

Al haber estado guardado en un tarro el contacto con el oxygeno fue escaso. Esto significa que al no estar los terpenos oxigenados el THC no se trasforma en CBN, el cannabinoide que ayuda con los problemas de sueño y es un excelente guía para relajar y calmar el dolor. Pese a ello, la cantidad de CBN que consigue acumular es suficiente para conseguir un efecto relajante.

El aspecto es mucho peor, como podría esperarse. No luce igual que hace cinco años pero los tricomas aún se mantienen prácticamente con el mismo color y presencia.

Los cogollos tienen una consistencia más “crujiente” que pegajosa. Al haberse guardado en un tarro sin meterle un paquete de humidificación lo normal es que pasase a ese estado. Aún así, el estado de conservación es bueno. Eso se traduce en que, por ejemplo, el olor de los terpenos se mantiene casi igual que en el pasado, aunque al abrir el tarro el olor característico de la marihuana estaba mezclado con algo de moho y humedad.

El sabor es un tanto seco y “terráceo”, con lo que raspa un poco a la garganta. Pero la redactora lo describe como “interesante” aunque no fue el mejor canuto de su vida. La conclusión: es fumable y se puede disfrutar. La vieja weed sigue siendo weed, o, si lo preferís “el que tuvo retuvo”.