Según los resultados, 97% dice que su calidad de vida mejoró tras iniciar el tratamiento (65,8% la califica como “significativa” y 31% como “ligera”). Además, 85% reporta mayor capacidad para actividades diarias y 67% percibe un efecto positivo en trabajar o estudiar. En tolerabilidad, 88% afirma no haber tenido efectos secundarios.
El perfil de la muestra acota el alcance del hallazgo. Releaf presenta el estudio como el mayor sondeo de pacientes con cannabis prescrito en el país. Predominan los hombres (69%) y la residencia en Inglaterra (cuatro de cada cinco). Las razones principales de consulta son dolor crónico (47,5%) y condiciones de salud mental (31,4%).
El informe también explora la dimensión social del tratamiento. Solo 25% se siente completamente confiado usando su medicación fuera de casa; 45% responde que depende de la situación y cerca de 20% admite preocupación por administrarla en público. La mayoría lo comunica a su círculo cercano, pero el nivel de confianza baja en ámbitos laborales o institucionales.
En lo legal, el sondeo señala que 60% se siente confiado en su comprensión de la ley al conducir, aunque más de la mitad evita manejar si usó su medicación ese mismo día. En un país donde los productos de cannabis medicinal pueden prescribirse desde el 1 de noviembre de 2018, esa mezcla de acceso formal y cautela cotidiana se está transformando en norma.
La propia naturaleza del estudio nos indica que es un sondeo autoinformado elaborado por un proveedor privado y no reemplaza estudios independientes con diseño clínico controlado. Aun así, dialoga con un contexto de expansión: datos de NHSBSA muestran que los “ítems” de prescripción privada de cannabis no licenciado en Inglaterra pasaron de 6.137 (septiembre 2021) a 22.431 (septiembre 2023), mientras NICE mantiene su guía NG144, actualizada por última vez en mayo de 2025.
La paradoja final es que la legalidad no siempre equivale a normalización. Si el medicamento está en regla pero el paciente duda en usarlo en público o teme consecuencias al volante, el debate deja de ser solo farmacológico y se vuelve cultural.