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Leyenda

El último trócolo

El mundo de la droga está cuajadito de leyendas: hebras de plátano, micropuntos en el ojo, matarratas en el jaco, fumar mierda de paloma seca, la droga caníbal, el jenkem, el adrenocromo, el guru-guru o los camellos que reparten caramelos rellenos de droga en la puerta de los colegios. Bueno, esto último, más que leyenda, es quimera. 

 

Hola. Dice el diccionario de la RAE que leyenda es un sustantivo definido como “Narración de sucesos fantásticos que se transmite por tradición”, y también como “Relato basado en un hecho o un personaje reales, deformado o magnificado por la fantasía o la admiración”. No creo que haga falta que les diga que vivimos en tiempos legendarios. 

Como la verdad debe dilucidarse, siempre es más sencillo repetir una leyenda. Este concepto lleva campando a sus anchas en cuestiones de drogas desde hace décadas gracias a la ya vetusta y criminal prohibición, que basa su fuerza en fomentar la ignorancia y difundir propaganda y alarmismo para ocultar la información objetiva. 

Cualquiera con ciertos años a sus espaldas se acordará de las hebras de plátano secas y del prodigioso poder psicoactivo que se les atribuía. Mentira. No ponían, pero nada, cero; que yo me las he fumao. Era un bulo, pero no uno repugnante y mezquino al estilo de Miguel Ángel Rodríguez, sino una gracieta que se inventaron unos notas en un fanzine underground californiano en pleno Verano del Amor (en el Berkeley Barb de 1967, concretamente). El mundo de la droga está cuajadito de hebras de plátano: micropuntos en el ojo, matarratas en el jaco, fumar mierda de paloma seca, la droga caníbal, el jenkem, el adrenocromo, el guru-guru o los camellos que reparten caramelos rellenos de droga en la puerta de los colegios. Bueno, esto último, más que leyenda, es quimera. 

Para aquellos interesados en el tema, el kamikaze, maestro y amigo Eduardo Hidalgo tiene un par de libritos imprescindibles que recopilan esas y otras leyendas drogodependientes. Hoy solo hablaremos de pastillas raras y cápsulas misteriosas. ¿Que levante la mano el que no haya oído hablar o haya hablado de las pastillas con heroína que te dejaban tirao? Pues es radicalmente falso, chavales. Pegote comprobado y corroborado en laboratorio. La peña incluso te dice que eran marrones. ¡Ja, ja, ja! Por si no bastara con los miles de análisis de pastillas realizados solo en Europa durante las últimas tres décadas, en los que jamás ha aparecido una sola pastilla vendida como éxtasis que contuviera trazas de heroína, sería bueno recordar que la heroína oralmente se asimila bastante mal y que hace falta una buena cantidad para que ponga, lo que invalida por motivos económicos el cuento, salvo que creamos que hay camellos altruistas. ¡Tururú! Pero no dejemos que la realidad nos estropee una trola bien tirada. 

En fin, hablando de leyendas toxicómanas, mi favorita es la de las meskas valencianas, esas que siempre que te besan en la boca o en la nariz hacen que te vuelvas loco y no puedas parar de reír. Nunca falta el listo mitómano de turno que te dice que no ha habido otra droga como esa. Las míticas mescalinas: aquellas cápsulas verdes o rojas –también llamadas “chorizos”–, a seis talegos la unidad, que circularon ampliamente por Valencia entre 1983 y 1987 y que, presuntamente, contenían mescalina sintética. Pues no, las legendarias meskas no contenían ni asomo de mescalina. Por supuesto, no inducían un pedo ni lejanamente semejante. 

Las meskas circularon antes, desde 1979, por Ibiza y San Sebastián, pero alcanzaron su máximo esplendor en la fiesta valenciana. Dos generosos usuarios enviaron a analizar en laboratorio a primeros de los noventa dos cápsulas distintas con resultados idénticos: 150 mg de MDA (3,4-metilendioxianfetamina) y 250 mg de cafeína. El MDA es primo hermano del MDMA (3,4-metilendioximetanfetamina), pero induce un ciego más largo y, a mayor dosis, completamente psiquedélico. También es más tóxico. No es de extrañar que, con semejante dosis de MDA y el cañonazo de cafeína, la gente optara casi siempre por compartir las meskas. La aparición de esta mitificada droga y el hecho de que solo se vendiera aquí también tienen su explicación. Distintas fuentes apuntan a un grupo de espabilaos que se enteró de que la prohibición internacional del MDA (como le pasó al superpsiquedélico DOB) no fue incorporada a la legislación española en 1971, como debería haber sucedido, y se dedicaron a sintetizar y vender, rellenándolos con cafeína, sus capsulones de MDA sin miedo a acabar en la cárcel. Para mayor abundamiento, la prohibición del MDA en España se publicó en el BOE de julio de 1985. Poco después, las meskas desaparecieron hasta acabar convirtiéndose, en el inconsciente colectivo toxicómano, en ese mito que se repite una y otra vez. Ay, si yo les contara… Adiós. 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #317

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