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Fumando y esnifando de manera razonable

Por qué la normalización y la autorregulación son buenos indicadores para las reformas

¿Alguna vez has imaginado una sociedad en la que el consumo de las drogas ilícitas de hoy sea considerado tan normal como beber cerveza o fumarse un cigarro?

¿Alguna vez has imaginado una sociedad en la que el consumo de las drogas ilícitas de hoy sea considerado tan normal como beber cerveza o fumarse un cigarro?

No importa cuán perjudicial puede ser el alcohol, teniendo en cuenta los aspectos culturales, tradicionales, y sin duda los intereses económicos que hay tras el consumo de alcohol, es bastante improbable que la sociedad apruebe la introducción de sanciones legales para su venta y producción. Consumir alcohol es normal.

Partiendo de la idea de que a la humanidad siempre le ha seducido la alteración de la mente, no es raro que los defensores de la legalización y regulación de otras sustancias psicoactivas a veces sigan una lógica similar a la del alcohol en sus campañas. Las propuestas de enfoques alternativos a la prohibición resultan más razonables si se acepta que el consumo de drogas es simplemente inevitable. Los avances del cannabis medicinal en los estados de EE.UU. y las distintas escalas de despenalización en los Países Bajos, Portugal y Suiza constituyen formas efectivas para promover el uso responsable y la autorregulación entre los consumidores de drogas. Demos un vistazo a los casos del cannabis y la cocaína.

Cannabis

Al observar el efecto dominó de las políticas favorables a la descriminalización del consumo de marihuana en muchas partes del mundo, observamos también cómo el consumo de cannabis se ha ido normalizando. Ello a pesar de que las reformas legales o los cambios en las políticas no vienen aparejados necesariamente con un paquete instantáneo de reformas culturales. Aunque puede que el estigma (social) siga  prevaleciendo, la normalización del consumo de una sustancia como el cannabis podría atribuirse también al hecho del que el consumidor tiene ahora más consciencia de los riesgos relacionados con su consumo, y en consecuencia se esfuerza de manera consciente en minimizar estos riesgos. Un ejemplo notable es la propia elección del tipo de derivados, optando, por ejemplo, por la hierba de cannabis para un uso habitual en vez de concentrados. Según un estudio reseñado en la revista International Journal of Drug Policy1 , los consumidores de cannabis de más edad en el área de la Bahía de San Francisco practican métodos de reducción de daños a nivel individual, como, por ejemplo, a través de la elección de la manera de administrarse la droga, mediante la vaporización en vez del fumado.

Cocaína

Algunos activistas dicen que el cannabis debería legalizarse y normalizarse debido a sus propiedades médicas y a su relativamente bajo nivel de riesgo de abuso o dependencia en comparación con drogas “más duras” como la cocaína. Sin embargo, el hecho de que la cocaína se considere más adictiva no descarta la práctica de los esfuerzos voluntarios de reducción de daños entre sus usuarios. En base a diversos estudios2  realizados en varios países europeos, se observa que la mayoría de los encuestados –que no están inscritos actualmente en programas de tratamiento– mantienen bajo control su consumo de cocaína y no están propensos a convertirse en víctimas de la drogodependencia. Los usuarios simplemente han aprendido a conocer las diversas calidades de la cocaína y a controlar la frecuencia de su consumo. Algunos usuarios jóvenes podrían esnifar la droga casi semanalmente, pero más tarde probablemente lo hagan sólo de manera ocasional, después de haber madurado emocionalmente, o de haber logrado las metas profesionales propuestas.

A pesar de las diferencias obvias, los consumidores de cannabis y los de cocaína practican un método similar de reducción de daños en relación con el cuándo, dónde y con quién consumir qué sustancia. Mientras que la autoconsciencia es un factor esencial en este caso, también tiene mucho que ver con el respeto del consumidor hacia los no consumidores, así como con las medidas que contribuyen a los propios esfuerzos para mantener el funcionamiento social en la vida cotidiana.

La regulación y normalización del consumo recreativo de sustancias psicoactivas implican una comprensión pragmática del uso de las drogas y del entorno que circunda el consumo. Es decir, cuáles son las motivaciones de una persona detrás de una ingesta, y la importancia de las circunstancias prácticas en torno a la sustancia en cuestión, ya sean de carácter  jurídico, político, social o económico. Esto explica por qué la mayoría de las prácticas de control y autorregulación se encuentran comúnmente en áreas geográficas en las que las políticas de drogas progresistas han provocado consecuentemente un alejamiento del modelo que percibe la adicción como una enfermedad. En estas zonas se ha abandonado en particular la noción tradicional de que los consumidores de drogas que no están sometidos a tratamiento son principalmente personas indefensas debido a la influencia incontrolable de las drogas.

Después de todo, la visualización de la situación imaginaria insinuada en el principio de este artículo puede no ser fácil para todo el mundo. Sin embargo, ciertas sustancias legales y reguladas como el alcohol y el tabaco se consideran normales debido a su importancia cultural, social y económica. Lo que tenemos que hacer es simplemente poner otras sustancias como el cannabis y la cocaína dentro de un marco similar, mostrar que existen claras posibilidades de autorregulación junto con un proceso simultáneo de normalización. Esta es una argumentación sólida para las reforma de las políticas de droga.

  • 1http://www.ijdp.org/article/S0955-3959(15)00075-4/abstract
  • 2www.tni.org/en/briefing/cocaine-towards-self-regulation-model

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