Qué bonito sería
El pasado 7 de mayo, como muchos de vosotros ya sabéis, tuvo lugar la Marcha Mundial de la Marihuana. Las calles de Madrid acogieron a las cerca de cinco mil personas que desde los puntos más remotos de nuestra geografía asistieron a luchar y a defender lo que es suyo.
El pasado 7 de mayo, como muchos de vosotros ya sabéis, tuvo lugar la Marcha Mundial de la Marihuana. Las calles de Madrid acogieron a las cerca de cinco mil personas que desde los puntos más remotos de nuestra geografía asistieron a luchar y a defender lo que es suyo.
Partiendo de que esta posiblemente haya sido la más multitudinaria de las marchas hasta ahora celebradas en la capital del reino, es evidente que deja mucho que desear el poco seguimiento si lo comparamos con otras capitales como Buenos Aires, donde resulta que año tras año más de cien mil personas recorren sus calles reivindicando su derecho al autocultivo y en pro de políticas más coherentes con las personas.
En nuestro país, a pesar de existir uno de los pilares fuertes de la economía cannábica mundial, no somos capaces de reunir ni una veinteava parte de lo que otras ciudades. Quizás deberíamos hacernos la pregunta clave: ¿por qué nos cuesta tanto salir a tomar la calle un solo día al año?
Somos capaces de tener un sistema de clubes sociales y asociaciones que continuamente se reinventan una y otra vez para poder crear espacios legales donde podamos sentirnos libres; capaces de tener la mayor feria mundial del sector, que se celebra cada año en Cornellà; capaces de ser el país con mayor número de ferias especializadas del sector; capaces de tener una red de profesionales grow shops tejida con amor y valor; capaces de tener casi más medios de prensa especializada que la prensa del corazón, y eso ya es decir; capaces de ser posiblemente el país con mayor número de bancos de semillas por habitante; capaces de ser los mayores productores de semillas a granel a nivel mundial; capaces de ser el país que más copas cannábicas reúne... Y aun así, somos incapaces de hacer una manifestación a nuestra altura.
Creo que en este cometido de la defensa del sector cannabícola y sus usuarios deberíamos subirnos todos a un mismo barco y remar en la misma dirección. Ya está bien de tantos egos y malos rollos entre unos y otros. A la planta que tanto nos ha dado, a esa que tanto nos gusta que nos acompañe en los malos y también en los buenos momentos, a esa que ha llenado de ceros las cuentas de muchos, a esa que sigue siendo proscrita... A esa, ya es hora de que la ayudemos todos.
Y ¿qué es lo que yo puedo hacer? Los medios, a divulgar desde hoy mismo, no vale esperar a la última semana. Los clubes, asociaciones y grows, a concienciar a sus miembros y clientes de la necesidad de ir a la MMM 2017. Las marcas, a incentivar la asistencia... ¿Cómo? Si lo sabéis de sobra, ¿cómo incentiváis la asistencia a ferias y eventos? Con gestos de apoyo: regalos y, en este caso, financiar una flota de autobuses que salgan del mayor número de capitales de provincia posible. Va, que no es caro, que este sector anualmente factura algún que otro millar de millones de euros solo en este país. Lo que se necesita en realidad es calderilla, y las consecuencias de esa pequeña inversión pueden ser demoledoras contra el obsoleto prohibicionismo.
¿Queremos que el año 2017 sea el definitivo, el que dicte un antes y un después en la política nacional sobre drogas? Pues no nos queda otra que sumar y sumar para ser fuertes y en masa.
Como comienza un conocido tema del difunto Antonio Flores: ¡Qué bonito sería!