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El novelista y la muerte

“Toda la vida tiende a unirse en una trama. Por supuesto, esa trama es la muerte”, escribió el maestro de la novela policíaca Ross Macdonald.  En entregas anteriores hemos sostenido que la muerte forma parte por igual del oficio de poeta, como enseñaba Machado, y del aprendizaje de filósofo, conforme a la sentencia platónica: “La filosofía es una preparación para la muerte” (Fedón, 64 a).

“Toda la vida tiende a unirse en una trama. Por supuesto, esa trama es la muerte”, escribió el maestro de la novela policíaca Ross Macdonald.  En entregas anteriores hemos sostenido que la muerte forma parte por igual del oficio de poeta, como enseñaba Machado, y del aprendizaje de filósofo, conforme a la sentencia platónica: “La filosofía es una preparación para la muerte” (Fedón, 64 a). ¿Y qué tiene que decir, acerca del adiós definitivo, el tercero en discordia, el novelista, el creador de ficciones por excelencia? ¿O todo discurso relativo a la muerte se convierte necesariamente en ficción por el mero hecho de tratar de lo inefable, es decir, de lo que está más allá del lenguaje? Mezcla de poema y epopeya, Gilgamesh, registrado en tablillas de barro hace alrededor de treinta y ocho siglos, representa tal vez el primer relato de ficción de la historia. En él, leemos: “Fui hasta el extremo del mundo para escapar de la muerte, y fracasé en el empeño; pero, cuando regresé, dejé de temerla. Y cuando dejamos de temer a la muerte, deja de existir”. ¿Cabe decir algo más sabio a propósito de lo desconocido?

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #241

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