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Hummus alado

El asombro recuperado

En esta nueva aventura nuestro crítico gastronómico regresará a la infancia suavemente estimulado por un exótico plato hecho a base de garbanzos. Porque a veces un ligero colocón te puede llevar muy lejos; o muy cerca, según se mire.

–Llegas justo a tiempo para probar un nuevo platillo volante y garbancero.

–Acabo de comer.

–Mejor, la comida cannábica no está hecha para matar el hambre.

Ayer pasé por delante de La Alegría de la Huerta, primer restaurante cannábico de España, y me asomé a ver si estaba Juanita. Y estaba allí, sí, desmintiendo con su presencia y su rumba en los fogones, el rumor que aseguraba que se había metido a monja californiana, de esas que predican el amor universal a la hierba.

–¿Yo ingresando en la orden de las Hermanas de la Pradera? A mí se me dan bien los milagros, pero los hábitos… Quita, quita, ¡qué mal rollo!

Juanita la Milagrosa pertenece más que a una orden religiosa new age a la estirpe de mujeres chamanas, o al menos eso pienso yo desde que la vi leyendo un libro sobre el arte del ensueño de Florinda Donner, una de las compañeras de Carlos Castaneda. En todo caso, la magia de Juanita no se esconde en fórmulas esotéricas sino que se muestra en todo su esplendor como lo que es: el arte de la transformación culinaria estimulada por el THC. Si se acercan a comer algún día a este restaurant, comprobaran que las imágenes no engañan y que los platos que en esta sección se muestran además de ser visualmente bellos son un regalo para el paladar y el olfato y hasta para el tacto. Por no recordarles lo que ya saben ustedes, lectores de Cáñamo, sobre las virtudes del cannabis en la imaginación del que lo ingiere.

El garbanzo desde que Julio Camba lo despreciara como una broma para pobres y desde que el fumeta Valle-Inclán llamara a Galdós Don Benito el Garbancero, no ha tenido el respeto que merece. Pero el garbanzo no solo es cocido o sinónimo de pesadez, ventosidades y realismo chato; el garbanzo en el oriente, al juntarse con el limón y el sésamo, aprendió el refinamiento y bautizado como hummus (que en árabe significa simplemente garbanzo) se ha convertido en un plato apreciado por su exotismo y ligereza. Si a esta cadena evolutiva le sumamos el eslabón cannábico añadido por Juanita, ya tenemos la alfombra voladora que estábamos buscando para romper con la pesada realidad que nos ancla.

Humus

El libro de la selva

¿Cómo podía rechazar aquel manjar trascendente? Unté un poco de aquel hummus alado en una finísima rebanada de centeno ligeramente tostada y el mediterráneo vino a mí con sus sabores y sus aromas. Aunque era la hora del café y no tenía hambre me tomé dos rebanadas de aquel pan moreno con aquella ambrosía untada.

Me despedí de Juanita y le prometí que el próximo día que pasara por allí me sentaría a la mesa y comería en condiciones un buen plato. Camino de mi casa empecé a notarme un agradable colocón que hacía del aire cálido de la tarde una caricia aterciopelada. Dada la poca cantidad que había tomado no parecía, y así fue en realidad, que aquello fuera a subir más. Decidí que podría estar bien tumbarse un rato al sol y disfrutar de aquella suave embriaguez. Sobre un césped que brillaba más de la cuenta me eché, pero enseguida me aburrí. Quise entonces marcharme a casa a trabajar cuando un cartel del estreno de El libro de la selva me hizo dirigirme al cine más cercano. Rodeado de niños y padres vi arrobado la nueva versión, con un Mowgli de carne y hueso en compañía de un tropel de animales salvajes recreados con efectos digitales que me resultaron muy convincentes, pese al habitual rechazo que me producen la manipulación digital y las películas de Disney. Cuando las luces se encendieron creo que yo era el único de la sala que estaba llorando. Lágrimas como garbanzos.

Supongo que la sensibilidad estimulada por la ingestión del hummus cannábico –en una cantidad suficiente pero menor a la acostumbrada en estos lances–, y aquella película efectista me hicieron regresar al asombro infantil de una manera muy vivida. Yo, cachorro de hombre, volví a correr por la selva después de tantos años. ¡Qué sensación volver a sentir, después de tantísimos años, el viento en la cara!

Hummus Alado de Juanita La Milagrosa

Humus aklado

Ingredientes para cuatro personas:

  • 3 tazas de garbanzos cocidos
  • 1 taza de tahini (pasta de sésamo)
  • 2 cucharadas de sésamo
  • 3 ramitas de cilantro o perejil
  • ½ lima exprimida
  • ½ diente de ajo
  • ½ cucharadita de pimentón
  • Sal y pimienta al gusto
  • 8 cucharadas de aceite de oliva cannábico

 

Preparación

Es importante que los garbanzos no sean de bote. Ponlos en remojo la noche antes y cuécelos por la mañana con agua nueva dos o tres horas a fuego medio hasta que estén blandos. No te olvides de reservar un poco de agua de la cocción.
En una sartén tuesta ligeramente a baja temperatura el sésamo añadiendo una cucharada de aceite de oliva cannábico. Cuando esté tostado, tritúralo en un mortero. Bate entonces los garbanzos con un poco del agua en la que han hervido y añádele el cilantro, medio diente de ajo (si no quieres que repita quítale la parte central), el zumo de lima, el sésamo tostado ya triturado, el pimentón, la sal, la pimienta y el aceite cannábico. Bátelo todo con la batidora. Cuando ya está se le añade el tahini y con una cuchara de palo y movimientos envolventes se mezcla hasta conseguir una textura cremosa. Salpimienta al gusto y ya lo puedes emplatar. Si quieres darle un toque de gracias puedes ponerle por encima un poco de sésamo garrapiñado, un poco de cebolla roja y añadirle una vinagreta. ¡Y a pasarlo pipa!

La dosis correcta

Se estima que medio gramo por persona si no es usuaria de cannabis es una dosis su ciente para sentir los efectos. Si eres consumidor habitual la tolerancia hacia la sustancia activa hará que necesites el doble: un gramo. No olvides que durante la digestión el THC se convierte en una molécula más potente que propicia una experiencia retrasada y hasta tres veces más intensa que con una cantidad similar fumada. Si cuando fumamos o vaporizamos podemos apreciar los efectos a los 10 minutos y estos nos pueden durar hasta 4 horas, cuando comemos el efecto deseado tarda entre 30 y 90 minutos en mostrarse en todo su esplendor y puede llegar a mantenerse hasta 8 horas. Como es sabido, en ayunas el efecto es mayor.

Dado que no todas las hierbas son iguales y que todos somos diferentes, estos consejos sobre cantidades y efectos son orientativos. Es al comensal al que corresponde encontrar su medida. La prudencia siempre es buena consejera.

Fotografías de Alberto Flores

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