Parece que el gobierno del país asiático ha tomado como ejemplo una de las políticas antidrogas más violentas del globo.
A nadie se le escapa que la guerra contra las drogas desatada por el presidente filipino Rodrigo Duterte en junio de 2016, cuando accedió al cargo, lleva camino de convertirse en una de las más sanguinarias, con más de 4.000 muertos en enfrentamientos con la policía y otros 3.000 a manos de las patrullas vecinales que campan impunemente. Ahora, el activista por los derechos humanos y letrado del Supremo de Bangladesh, Jotiirmoy Barua, ha denunciado que hay “indicadores que apuntan a que la campaña es similar a la que está en marcha en Filipinas”. Desde mayo el número de muertos se cuenta en más de 100, con 3.000 detenidos y más de 2.500 condenados, después de que la campaña fuese anunciada por la primera ministra, Sheikh Hasina. El ministro del Interior, Asaduzzaman Khan Kamal (en la imagen), aseguró que el gobierno estaba siguiendo una política de tolerancia cero para controlar el negocio de las drogas en el país. Las operaciones las está llevando a cabo la policía y del Batallón de Acción Rápida (RAB, en inglés), un cuerpo de élite dedicado a la resolución de conflictos con violencia, y su portavoz, Mufti Mahmud Khan, ha indicado que la operación antidrogas continuará. “No nos ponemos ningún límite de tiempo para la operación. La operación continuará hasta que la situación mejore”. En Bangladesh ha aumentado el consumo de “yaba”, una píldora callejera popular compuesta de cafeína y metanfetamina.