Algunos estudios en animales han demostrado que dosis bajas y sostenidas de Δ9-THC pueden revertir ciertos marcadores de deterioro cognitivo asociado a la edad e incluso restaurar perfiles de expresión génica en hipocampo y corteza. Aunque estos resultados no se pueden trasladar directamente a la clínica, apoyan la hipótesis de que una modulación fina del sistema endocannabinoide (SEC) podría apoyar funciones fisiológicas en adultos mayores.
En paralelo, otros fitocannabinoides como el cannabidiol (CBD) y el cannabinol (CBN) han mostrado propiedades neuroprotectoras en fases de senescencia en roedores. En 2025 se publicaron nuevos datos preclínicos sobre CBN, con mejoras de memoria espacial en ratones viejos y efectos diferenciales por sexo. Sin embargo, en humanos la evidencia sigue siendo fragmentaria. Una revisión sistemática publicada este año señala que los cannabinoides muestran potencial para apoyar calidad de vida en el envejecimiento, pero advierte que aún no existen dosis estandarizadas ni protocolos terapéuticos validados.
La posibilidad de beneficios cognitivos y neurofisiológicos debe ser ponderada junto a los riesgos. Un meta-análisis reciente en la revista Heart asoció el uso de cannabis con un aumento del riesgo de eventos cardiovasculares en poblaciones mayores. Aunque el estudio no distingue entre vías de administración ni patrones de consumo, sus hallazgos subrayan la necesidad de precaución en personas con comorbilidades cardiometabólicas. A esto se suma el riesgo de interacciones farmacológicas, ya que tanto el THC como el CBD pueden inhibir enzimas e interferir con fármacos de margen terapéutico estrecho, como anticoagulantes o inmunosupresores.
Más allá del cerebro, también se investiga el papel del SEC en procesos como la regeneración ósea o el equilibrio epigenético. La activación del receptor CB2 ha sido vinculada con la osteogénesis en modelos animales de osteoporosis, aunque no existen aún ensayos concluyentes en humanos. Por otro lado, algunos estudios sugieren que el uso acumulado de cannabis (particularmente por combustión) podría acelerar marcadores de edad biológica, lo que subraya la importancia del contexto, la dosis y la vía de administración.
La modulación del sistema endocannabinoide emerge como una línea de investigación prometedora para acompañar procesos del envejecimiento, pero los datos en humanos son insuficientes para establecer recomendaciones clínicas generalizadas. El camino responsable implica evitar la combustión, comenzar con dosis bajas, asegurar seguimiento profesional y reconocer los límites actuales del conocimiento.