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El clasismo que se esconde detrás del consumo "virtuoso" de drogas

Investigadores británicos analizaron cómo ciertas prácticas de consumo de drogas fueron vistas como moralmente aceptables en sociedades neoliberales, mientras persistía la criminalización de los sectores más vulnerables.

En la narrativa clásica sobre drogas, la sobriedad se presenta como una virtud, mientras que el uso no médico de sustancias es considerado un acto inmoral. Esta visión, arraigada en valores religiosos y éticos tradicionales, alimentó políticas prohibicionistas en gran parte del mundo.

Sin embargo, un análisis publicado en Drugs: Education, Prevention and Policy por Caroline Chatwin y Richard G. Alexander reveló un giro cultural con la aparición del "consumo de drogas virtuoso".

Este concepto describió prácticas de consumo que se alinearon con ideales neoliberales de mejora personal, productividad y bienestar emocional. Ejemplos de ello fueron el uso de esteroides para optimizar el rendimiento físico o de psicoestimulantes como modafinilo para aumentar la concentración laboral.

Incluso la microdosis de psicodélicos, fue normalizado en determinados círculos como herramienta para mejorar la creatividad y la resiliencia emocional. Es importante destacar que la legitimación social de estas prácticas no surgió de un cambio en la naturaleza de las sustancias, sino de su incorporación en discursos de autoayuda y desarrollo personal.

Medios de comunicación como en todo el mundo han publicado artículos que destacan los beneficios de la microdosificación, mientras que muchas figuras públicas han compartido sus experiencias con psicodélicos en contextos de crecimiento emocional o espiritual.

No obstante, Chatwin y Alexander subrayaron que esta aceptación fue selectiva. Solo ciertos grupos -profesionales de clase media-alta con acceso a retiros de lujo y tratamientos caros- pudieron presentar su consumo como un acto virtuoso.

Muy distinto es el panorama en poblaciones marginadas, donde el consumo de drogas continuó siendo visto como un signo de fracaso moral y fue objeto de sanción y estigmatización, provocando lo que los autores llamaron un "apartheid de las drogas" que protegió los privilegios de unos mientras criminalizó a otros.

El llamado "renacimiento psicodélico" en la investigación médica también contribuyó a esta narrativa, destacando el potencial terapéutico de sustancias como la psilocibina o la ayahuasca para tratar trastornos como la depresión o el estrés postraumático. Sin embargo, este auge científico y mediático no modificó sustancialmente las políticas punitivas que continúan afectando a usuarios fuera de los parámetros aceptables de la sociedad neoliberal.

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