En Polonia, adolescentes y personas jóvenes conviven con un mercado cambiante de drogas sin contar con formación escolar suficiente para comprender riesgos o efectos. Las preguntas sobre mezclas, dosis o interacciones con psicofármacos no encuentran espacio en el aula y terminan trasladándose a internet. En cuentas de Instagram, TikTok o Discord dedicadas a la reducción de daños, educadoras comunitarias polacas reciben a diario consultas como “¿Puedo mezclar fluoxetina con MDMA?” o “¿El cannabis empeora la ansiedad?”. Son dudas reales, urgentes, que rara vez llegan a programas oficiales de prevención.
La organización talkingdrugs.org retrata esta escena: mientras se consolidan redes de ayuda digital, el Estado mantiene un enfoque fragmentario y obsoleto. Las iniciativas escolares se limitan a charlas aisladas, visitas policiales o campañas genéricas sobre "vida saludable". En paralelo, estudios europeos muestran que internet ya es la principal fuente de información sobre drogas para adolescentes polacos. Foros, hilos de Reddit y cuentas de creadores de contenido configuran un nuevo currículo social donde conviven información útil, mitos persistentes y mucho ensayo y error.
Este vacío informativo ocurre en un contexto de salud mental especialmente delicado. Indicadores recientes en Polonia muestran una brecha de bienestar subjetivo entre chicas y chicos adolescentes. Ellas declaran peor estado de ánimo y recurren con mayor frecuencia a estrategias de afrontamiento que implican el uso de sedantes, estimulantes o combinaciones para “apagar” el estrés. Sin acompañamiento profesional, muchas de estas prácticas derivan en situaciones de riesgo. En los mensajes que reciben las cuentas de ayuda se repiten consultas sobre benzodiacepinas, cannabis para dormir y antidepresivos mezclados con sustancias recreativas.
En términos de políticas públicas, Polonia declara desde hace años que la prevención de adicciones forma parte del currículo escolar. Sin embargo, auditorías oficiales advierten que la mayoría de los programas financiados carecen de evaluación de impacto. En lugar de intervenciones continuas y basadas en evidencia, se invierte en eventos aislados como funciones teatrales, jornadas deportivas o charlas esporádicas. Estas prácticas contrastan con las recomendaciones europeas, que subrayan la importancia de contenidos realistas sobre dosificación, mezclas, señales de alarma y acceso a ayuda.
Lo que ocurre en Polonia no es un caso aislado, sino un recordatorio: cuando la escuela calla, internet enseña. El desafío no pasa por volver a una política de guerras contra las drogas, sino por integrar en la educación formal aquellas dudas, exploraciones y malestares que ya se están dando en la práctica.