En la investigación se detectaron dos formas distintas del clúster de genes que fabrican la molécula (PsiD, PsiK, PsiH y PsiM), lo que sugiere que Psilocybe podría haber adquirido esa capacidad más de una vez a lo largo de su historia evolutiva.
Además, el estudio muestra que estos hongos originalmente descomponían madera y que luego algunos evolucionaron para crecer sobre estiércol. También identificaron al menos cuatro transferencias horizontales del clúster de psilocibina a otros géneros, lo que explicaría por qué hongos no emparentados pueden contenerla si comparten hábitats.
¿Entonces los hongos psilocibios convivieron con dinosaurios? Tal vez, aunque no hay pruebas de interacción. Lo que sí hay es la hipótesis que la psilocibina actúe como defensa química contra insectos o babosas porque cuando se daña el cuerpo del hongo, la psilocibina se convierte en psilocina, que luego reacciona formando compuestos azulados que podrían disuadir a depredadores. Pero esta idea aún requiere pruebas de laboratorio.

Árbol evolutivo simplificado del género Psilocybe. Los clados I y II representan las especies de Psilocybe con los mismos patrones de ordenamiento genético dentro de sus grupos de genes productores de psilocibina.
Este trabajo amplía estudios anteriores como el realizado en 2017 donde se identificó por primera vez el clúster de genes que produce psilocibina y se logró replicar la síntesis enzimática; en 2018 se demostró que estos genes pueden transferirse entre especies. Ahora, con una filogenia más detallada, se afina la cronología evolutiva y se abren nuevas vías para producir psilocibina en laboratorio o explorar compuestos similares.
Más allá del dato curioso, este tipo de estudios ayuda a entender mejor la ecología de los hongos psicoactivos y, si una molécula ha estado millones de años en la naturaleza, quizá merezca algo más que miedo y política punitivas.