En Estados Unidos, el movimiento por la regulación del cannabis debe sus primeros éxitos a activistas de la comunidad LGTBIQ. La historia de las reivindicaciones por el derecho a usar cannabis está unida a las demandas del colectivo LGTBIQ impulsadas en San Francisco a partir de la década de 1970. Durante el final de los 60 y a lo largo de los 70 ambos movimientos de reivindicación civil tomaron impulso de forma entrelazada, siendo algunas de las primeras y más importantes victorias políticas del movimiento cannábico claramente deudoras de los activistas gays, que peleaban por los derechos de las personas LGTBIQ.
Dennis Peron —un gay ex-veterano de Vietnam que volvió de la guerra cargado con marihuana para vender en San Francisco— fue la persona que consiguió guiar las reivindicaciones sobre la marihuana hacia la promulgación de políticas tangibles, hasta lograr la primera legalización estatal del cannabis en EE UU. El joven se instaló en el Distrito Castro de San Francisco (mítico barrio del movimiento LGTBIQ), desde donde se unió a las reivindicaciones de Harvey Milk, reconocido activista por los derechos LGTBIQ y la primera persona abiertamente gay en conseguir un cargo público electo en EE UU.
En 1978, un año después de que Harvey Milk fuese elegido como concejal del ayuntamiento de San Francisco, Dennis Peron consiguió introducir un referéndum en la ciudad para solicitar al Fiscal del Distrito y al jefe de la policía el cese de los arrestos y procesamientos legales de personas que cultivaran, poseyeran o regalaran marihuana. La medida, llamada Proposición W, fue aprobada con un 56,99% de los votos ciudadanos, y los activistas esperaban que la medida fuese formalmente introducida por el alcalde de la ciudad, pero cuatro meses más tarde el alcalde fue asesinado junto al concejal y líder activista Harvey Milk.
Tras los asesinatos la alcadía de la ciudad cambió y se disolvieron buena parte de las fuerzas reivindicativas para con la marihuana, gracias también a la presidencia federal de Ronald Reagan, quien intensificó la persecución policial y judicial contra todas las drogas ilegales y las personas que las usaban. Además de las campañas tendenciosas contra el uso de drogas, en década de los 80 EE UU sufrió la expansión del SIDA, que en los primeros años fue especialmente intensa entre la población gay. Durante aquellos años la planta del cannabis se convirtió en una compañera medicinal para muchos de los pacientes que padecieron el SIDA, y gracias a ella pudieron combatir mejor el dolor, las náuseas, la pérdida de peso y otras afecciones provocadas por el virus del VIH.
En 1991, un año después de perder a su pareja por efecto del SIDA, Dennis Peron volvió a llevar la regulación del cannabis a una elección popular en San Francisco junto con otros activistas, esta vez con el enfoque medicinal, para poder dar acceso legal a la planta a los pacientes con SIDA y a otros enfermos. La Proposición P fue aprobada con un 79% de votos a favor, y en poco tiempo Peron y Brownie Mary —otra conocida activista que dedicaba su tiempo a cocinar y regalar brownies para los enfermos de SIDA hospitalizados— abrieron de forma oficial el San Francisco Cannabis Buyers Club, el primer dispensario de marihuana medicinal de Estados Unidos.
Poco tiempo después, Peron y otros ayudaron a redactar la Proposición 215 para legalizar el cannabis medicinal en todo el estado de California. Tras una intensa campaña la medida fue aprobada en 1996, haciendo de California el primer estado de EE UU en aprobar una regulación del cannabis. California rompió con algo que parecía imposible y tres años más tarde el estado de Maine dio el paso. Hoy hay 36 estados (de un total de 50) que han regulado el cannabis medicinal, y 17 que han regulado el cannabis para uso adulto.
La interconexión entre ambas luchas ha permanecido en el tiempo, llegando a adaptarse la expresión “salir del armario” —utilizada originalmente como sinónimo de declarar públicamente la homosexualidad— a una versión cannábica o de uso de otras drogas. Así, es más o menos común escuchar la expresión ”salir del indoor” o “salir del closet psicoactivo” para referirse a la acción de declarar públicamente que se es usuaria de cannabis u otras drogas; y es que ambas comunidades han sufrido —y siguen sufriendo— un estigma social (con consecuencias sobre su salud física y mental) por el simple hecho de manifestar y perseguir sus gustos y preferencias personales.