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Los bodegones policiales son una traición a los principios de los cuerpos de seguridad del Estado

Este artículo es una respuesta a la publicación de fotos con incautaciones por parte de la policía. Promovido por la organización antiprohibicionista LEAP, se trata de una campaña que invita a los lectores a posicionarse contra la guerra contra las drogas, con la sencilla acción de replicar este artículo en foros online, en comentarios al pie de las noticias o en redes sociales donde la policía o los periodistas publiquen fotos de alijos decomisados.

Este artículo es una respuesta a la publicación de fotos con incautaciones por parte de la policía. Promovido por la organización antiprohibicionista LEAP, se trata de una campaña que invita a los lectores a posicionarse contra la guerra contra las drogas, con la sencilla acción de replicar este artículo en foros online, en comentarios al pie de las noticias o en redes sociales donde la policía o los periodistas publiquen fotos de alijos decomisados.

Es una de las imágenes que definen a la policía moderna. Altos cargos en fila sobre el podio, con las drogas de su última incautación expuestas ante ellos sobre una mesa. Las cámaras hacen clic y parpadean. Se arrojan números impresionantes sobre el supuesto “valor en la calle” de las drogas incautadas.

A todos los presentes les encantan estos momentos. Los policías de alto rango consiguen sacar brillo a sus estadísticas, los políticos locales aparecen en las noticias regionales declarando con orgullo que “se ha dado un gran golpe en la Guerra contra las Drogas”, y los periodistas apresurados saben que grandes cantidades de drogas siempre generan clics online. Estos sucesos también son el ingrediente perfecto para las redes sociales, que se han convertido en una herramienta fundamental en todos los departamentos de policía.

Este tipo de fotos de operaciones policiales donde aparecen drogas sobre la mesa parte de una tradición que se remonta a tiempo de la prohibición del alcohol en los años 20. Los detectives se aseguraban de que los reporteros fueran avisados de una redada con antelación, para que estuvieran listos y sacaran la foto mágica de policías sonrientes destrozando los barriles de whiskey con picos.

Nos han hecho creer que esto es un éxito de la policía.

El problema es que no solo este tipo de foto de operación policial se basa en una mentira tóxica, sino que también es una contradicción a los principios más básicos y fundamentales de lo que las fuerzas del orden deben ser.

Policía de Texas
Bodegón policial en Texas tomado de Facebook.

Una violación de la ética y el sentido común

Sir Robert Peel fundó en Gran Bretaña la primera fuerza policial moderna y profesionalizada del mundo en 1829. Peel estableció nueve principios fundacionales diseñados para separar la nueva fuerza profesional de la arbitraria y azarosa aplicación de la ley propia de la policía en el pasado.

Los llamados Principios de Peel con su insistencia en que toda acción policial debería ser realizada con el consentimiento de aquellos para los que están al servicio y libre de cualquier influencia política son desde entonces el modelo esencial en el que casi todas las naciones democráticas han fundado y desarrollado sus propios servicios policiales. Son los que distinguen a los países libres de los estados policiales, y una de las grandes contribuciones democráticas a la civilización en el mundo.

El problema esencial surge cuando llegamos al Principio 9: “La prueba de la eficacia de la policía es la ausencia de crimen y desorden, y no la evidencia visible de la acción policial al tratar con estos”.

Ahora recuerda la escena de los agentes posando con las drogas en la mesa tras una operación policial. Hay un secreto sucio que todo policía conoce en esa sala.

No importa cuántos paquetes de drogas se apilen sobre la mesa, el suministro de drogas nunca se interrumpe. Jamás.

Cualquier policía, si es honesto, lo admite. Sus incautaciones, sin importar cómo de impresionantes parezcan para las cámaras, no impactan en el abastecimiento de drogas. Todo lo que están haciendo es mostrar evidencia de actividad, cualquier actividad, no de reducción del crimen. Esta verdad se está volviendo tan obvia que incluso está siendo admitida públicamente por las autoridades policiales de alto nivel. Esta semana, Vince O'Brien, jefe de operaciones de la Agencia Nacional de Crimen del Reino Unido (equivalente al FBI), declaró públicamente: “Mientras que haya personas dispuestas a gastar millones y millones de libras en drogas tendremos un problema con las drogas ilícitas en este país. No podemos estar constantemente arrestando para solucionar el problema (...) Necesitamos derribar a los causantes detrás de ello”.

El delito de drogas es categóricamente diferente a otros tipos de delitos. Si arrestas a un ladrón profesional, entonces las tasas de robo probablemente bajarán en su área de actuación, al menos por un tiempo; hay relativamente poca gente con las habilidades y la motivación de robar casas para ganarse la vida.

Los mercados de drogas ilícitas simplemente no funcionan así. No importa cuántas personas usuarias o distribuidoras arrestes, la demanda fundamental del producto permanece constante (e incluso quizás aumente debido al trauma del encarcelamiento, la separación familiar, etc.). Las estimaciones de los expertos indican que solo se incauta el 1% de las drogas que circulan en el Reino Unido, y las cifras de los Estados Unidos son igualmente pequeñas.

Las pérdidas de los cárteles debidas a las incautaciones policiales son proporcionalmente más pequeñas que las que sufren a causa de los hurtos la mayoría de las tiendas situadas en calles principales.

Una manera garantizada de aumentar la violencia

De hecho, la dinámica es aun más tóxica. Ese momento de fotos con drogas en la mesa es grotesco, no solo porque nunca disminuye el suministro de drogas, sino porque aumenta de manera activa la violencia. 

Otra verdad universal de cualquier régimen de prohibición es que, si eliminas a un capo, lo único que haces es instigar una guerra entre sus tenientes y rivales por su territorio. Este fenómeno es conocido como el “efecto freelancer”.

Así ocurrió durante la Ley Seca a lo largo de los años 20 y así sigue siendo actualmente, desde las selvas de América Latina hasta los campos de amapolas de Afganistán o las ciudades del interior de los Estados Unidos y Europa. Así que cuando veas esas drogas apiladas sobre la mesa con las cámaras disparando, no lo olvides: estas acciones han creado más violencia en las calles.

En nuestro libro Good Cop, Bad War, exploramos en detalle cómo las dinámicas de la Guerra contra las Drogas funcionan como una carrera de armamentos. La policía desarrolla nuevas técnicas para arrestar a los traficantes, por lo que las pandillas responden de la única manera que pueden: aumentando la violencia y la intimidación. Nunca hay potencial para contrarrestar la escalada y la dinámica solo puede llevarnos en una dirección. Esta progresión es exclusiva de la prohibición policial.

Incluso la mirada más superficial a la historia de la Guerra contra las Drogas revela el daño cada vez mayor que ha causado durante décadas, a través de encarcelamientos en masa y muertes innecesarias, infligidas de manera desproporcionada a las personas pobres y de color. Además de estos daños horribles, la Guerra contra las Drogas también es una traición a los propios policías, muchos de los cuales luchan contra la guerra de mala gana y, como resultado, sufren traumas y problemas psicológicos .

Las fotos de incautaciones de drogas no son simplemente un descuido de los Principios de Peel, sino una clara traición de lo que significan. Es una imagen precisamente negativa de lo que los cuerpos de seguridad deberían ser.

Acabaremos mirando estas modernas fotos de drogas en la mesa con la misma aversión que suscita una causa perdida, patética y destructiva; como cuando vemos hoy una de esas imágenes en blanco y negro de agentes destrozando barriles de whisky durante la Ley Seca.

Policía de Ontario, Canadá
Policía en Ontario, Canadá

La primera víctima de cualquier guerra es la verdad. La propaganda de la guerra contra las drogas se repite diariamente en los canales de noticias, portadas y cuentas de redes sociales, y los políticos se aprovechan. Sin embargo, el Principio 5 de Peel exige que la policía siempre demuestre “un servicio a la ley absolutamente imparcial, con total independencia de la política”. Al actuar de cara a la galería y permitir que las fuerzas del orden se conviertan en una baza para una foto política, la policía está incumpliendo su deber de imparcialidad, cruzando la frontera que los convierte en actores politizados en apoyo de este conjunto destructivo de políticas.

No debemos permitir que esta traición continúe.

Este es un artículo de opinión diseñado para la protesta activa en Internet. Pedimos a los lectores que guarden esta publicación y la compartan en la sección de comentarios online cada vez que una cuenta de la policía muestre fotos y proclame su último “éxito” en redes sociales. 

Hazles saber que ya basta de este juego. No permitas que la policía se salga con la suya traicionando sus principios más sagrados y fundacionales para conseguir unos cuantos “me gusta” en las redes sociales. 

Traducción de Energy Control. El artículo fue publicado el 16 mayo de 2019 en Filtermag.

Autores

Neil Woods es un exsargento de policía encubierto que pasó 14 años infiltrándose en bandas de narcotraficantes en el Reino Unido. Ahora es el presidente de LEAP UK, un grupo de defensa compuesto por exfuncionarios de las fuerzas de seguridad que aboga por la regulación legal de las drogas.

JS Rafaeli es un periodista y autor que ha escrito para publicaciones como Vice y The Times (Londres).

Juntos, escribieron los libros Good Cop, Bad War y Drug Wars: La terrorífica historia interna del tráfico de drogas en Gran Bretaña.

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