La población carcelaria consume bastante más cannabis que las personas de fuera de prisión. No sólo los que están dentro de la cárcel, sino también aquellos que han estado con anterioridad, mantienen un consumo aún mayor que aquellos que nunca la han pisado. Con esta información empieza un artículo recién publicado en el que se resumen los resultados de un pequeño estudio realizado en dos cárceles de Cataluña para conocer las motivaciones detrás del uso de cannabis en las prisiones.
“La razón más común parece ser para afrontar el estrés asociado con la vida en prisión”, dicen las conclusiones del estudio. Los investigadores también apuntan otros motivos como el uso del cannabis para reducir el consumo de medicamentos recetados y de otras drogas ilegales, y así paliar las ansias de consumir sustancias. Todos estas motivaciones han sido señaladas en otros estudios realizados con consumidores de cannabis que no están en las cárceles. La diferencia, o una de ellas, es que el 70% de los presos encuestados afirmaron tener “mucho” o “muchísimo” niveles de estrés y ansiedad.
Los investigadores también observaron a través de encuestas que los presos participantes tenían un apoyo social percibido bajo, una variable que suele correlacionarse inversamente con el estrés y el uso de sustancias. Es decir, a menor percepción de apoyo social mayor es la probabilidad de desarrollar estrés y usar sustancias. También se observó que los participantes se percibían con poca felicidad, poco interés por los demás y con poco sentimiento de utilidad, pero casi el 80% dijo sentirse “muy” o “extremadamente” optimista sobre su futuro.
El estudio se llevó a cabo en dos fases distintas en el servicio de drogodependencias de los centros penitenciarios catalanes Brians 1 y Brians 2. Primero los investigadores organizaron una charla grupal para hablar sobre el uso de cannabis en la prisión y más tarde los resultados de la charla se usaron para dar forma al diseño del cuestionario, que completaron 63 participantes. El cuestionario evaluó la calidad de vida, el apoyo social percibido, la vida penitenciaria y los motivos para usar el cannabis, utilizando indicadores tomados de la encuesta de salud de Cataluña. Los investigadores advierten que la muestra de participantes no pudo ser escogida de forma aleatoria y que “es difícil determinar hasta qué punto nuestros resultados pueden generalizarse”.