El estudio, dirigido por la psiquiatra Rachel A. Rabin, analizó escáneres cerebrales de 13 personas jóvenes que usaban cannabis. Ocho de ellas solo consumían cannabis y cinco también fumaban tabaco todos los días. Se utilizó una tecnología de imagen para observar la actividad de la enzima que degrada la anandamida, en distintas zonas del cerebro.
Quienes combinaban cannabis con tabaco mostraron niveles más altos de esta enzima en casi todo el cerebro, especialmente en zonas vinculadas al control del ánimo y el movimiento. Además, cuanto más tabaco fumaban, mayor era la actividad de la enzima. Esto significa que la anandamida —conocida como "la molécula de la dicha"— podría durar menos tiempo en el cuerpo y eso podría influir en el estado de ánimo o el estrés.
Las y los investigadores aclararon que el estudio es pequeño y que no incluyó personas que solo fuman tabaco, por lo que no se puede afirmar con certeza si los cambios se deben al tabaco, a la mezcla con cannabis o a otro factor y ya está reclutando nuevos participantes para ampliar la investigación.
Mezclar tabaco y cannabis en el mismo porro es bastante común, pero todo indica que puede aumentar el riesgo de dependencia. Aunque las costumbres varían según el país, los expertos en salud insisten en que separar ambas sustancias ayuda a reducir riesgos.
Este tipo de estudios también ayuda a desarrollar nuevos tratamientos para quienes tienen problemas con el consumo de cannabis. Entender mejor cómo actúa el cerebro puede servir para ofrecer más opciones terapéuticas, sin juzgar ni estigmatizar a quienes usan sustancias.
Lejos de alimentar el alarmismo, estos hallazgos apuntan a una idea simple: el problema no es la planta en sí, sino ciertas formas de consumo. Informar, regular y promover prácticas más seguras es parte de una política sensata y basada en evidencia.