Este mes celebramos veinticinco años de la salida a los quioscos del primer número de esta revista. Nacida del movimiento antiprohibicionista, Cáñamo ha dado voz a los usuarios y amantes de la planta del cannabis a lo largo de estas dos décadas y media, ofreciendo a sus lectores un espacio de libertad y encuentro, lejos del estigma y la criminalización que aún hoy imperan en los medios de comunicación cuando se habla de drogas.
Desde el primer número de la revista, aparecido en junio de 1997, estamos revindicando un cambio de las políticas de drogas, imaginando y proponiendo un mundo más justo y respetuoso con los derechos humanos, exigiendo una regulación que dé seguridad a los usuarios y no los deje a merced de las actuaciones policiales y las interpretaciones de la magistratura.
Es cierto que en este cuarto de siglo las leyes represivas hacia el usuario no han cambiado y que, incluso, algunas han aumentado su intensidad penalizadora, como es el caso de la ley de seguridad ciudadana al pasar de “Corcuera” a “Mordaza”. Sin embargo, y en contraste con el inmovilismo reaccionario del poder político, sí que han cambiado otras muchas cosas. Hace veinticinco años se manifestaban por primera vez, en mayo y en la Puerta del Sol, solo cinco ciudadanos, los históricos de la Asociación Madrileña de Estudios del Cannabis, pidiendo la legalización de la planta. El pasado 7 de mayo fueron 30.000 las personas que inundaron las calles de la capital marchando por la regulación del mercado del cannabis.
A finales de los noventa, para conseguir cannabis tenías que ir al mercado negro, al camello de turno que te vendía la mayoría de las veces hachís importado de Marruecos. Ahora puedes ser socio de algún CSC y acceder de una manera transparente y segura a tu ración de una planta cultivada en España, con una oferta mucho más rica en variedad y en calidad.
Si hace 26 años el delegado socialista para el Plan Nacional Sobre Drogas, Carlos López Riaño, fue cesado por intentar abrir el debate de la regulación de la marihuana, hoy las iniciativas abundan y, aunque de momento no se haya aprobado ninguna, se presentan en el Parlamento, se debaten y forman parte de la agenda política.
También han evolucionado las sentencias del Tribunal Supremo. Hace veinticinco años cualquier acto de cultivo era un delito de peligro abstracto. Ahora el TS reconoce que existe un cultivo de cannabis que no tiene relevancia penal.
En los comienzos de Cáñamo, a pesar de nuestra insistencia en los efectos medicinales del cannabis, la respuesta era un tajante “no existen los porros terapéuticos”. En estos días una subcomisión parlamentaria estudia una posible regulación medicinal. La mayoría de fuerzas políticas parecen estar de acuerdo, aunque está por ver que se atiendan a las peculiaridades del caso español, respetando el autocultivo y los clubes sociales como forma de acceso a este cannabis medicinal.
El acceso al cannabis, tanto medicinal como recreativo, tiene que ser regulado de una vez por todas para acabar con la inseguridad jurídica que viven los más de tres millones de consumidores que hay en España. Las leyes siempre van detrás de las demandas sociales, pero ya llevamos veinticinco años de retraso.
Sobra decir que seguiremos luchando por nuestros derechos los años que hagan falta. Desde aquí, damos las gracias a los miles de lectores que nos acompañan en esta lucha por la justicia y la libertad.