En el año 1978 se publicó un libro singular titulado El camino a Eleusis. Sus autores eran R. Gordon Wasson, director de la Banca Morgan, etnobotánico y estudioso de los hongos; Albert Hofmann, descubridor de la LSD y sintetizador de la psilocibina, y Carl A.P. Ruck, destacado helenista, especializado en la Grecia clásica.
La tesis de dicha obra era que en los misterios de Eleusis se habría utilizado un enteógeno. Albert Hofmann demostró que podría tratarse de una sustancia basada en el cornezuelo del centeno, filtrado con agua, a la que habrían añadido otras plantas. Gordon Wasson se reafirmaba en su teoría de que detrás de toda religión había un enteógeno, como intentó demostrar con el soma de los vedas, base del hinduismo. Su teoría era que solo se dejaban de utilizar los enteógenos por motivos políticos o ecológicos. Entonces se pasaba a prácticas psicofísicas, como el yoga o la meditación. Curiosamente, lo que hizo Stanislav Grof en la era moderna cuando fue prohibida la experimentación con psiquedélicos y creó la respiración holotrópica.
La teoría fue muy mal acogida por los estudiosos de la Grecia clásica, que consideraron una suerte de blasfemia decir que en los fundamentos de la civilización occidental había un psiquedélico. El que sufrió más la ira de los estudiosos fue Ruck, aunque este, pese al ostracismo, mantuvo la tesis con dignidad sin ceder un ápice.
Por suerte, actualmente algunos investigadores han cogido el testigo de la obra seminal de Wasson, Hofmann y Ruck, lo que ha llevado a descubrimientos sorprendentes, con una gran base histórica y científica, que dan carta de identidad a la que se ha denominado religión sin nombre.
Los misterios de Eleusis se celebraron durante dos mil años en Grecia y, posteriormente, fueron importados a las colonias griegas. Podían acudir todos los griegos que no hubieran asesinado a nadie. Entre quienes participaron se encuentra el mismísimo Platón. Se dice que en las ceremonias, muy bien preparadas con un set y setting muy elaborado, se producía un encuentro con la divinidad, un acercamiento a la muerte y un regreso a la vida. Un rito de muerte y renacimiento. Los misterios ofrecían una suerte de disolución del ego, algo buscado por los místicos de toda época y reprimido por la Iglesia convencional. Como decían los griegos: si vas a Eleusis, no morirás nunca.
Curiosamente, se ha encontrado lo que podríamos llamar una vía catalana a la psiquedelia ancestral. La Dra. Enriqueta Pons, directora de excavaciones en Mas Castellar de Pontós, ha descubierto pequeñas vasijas que contenían restos de cornezuelo del centeno (en catalán sègol banyut) de unos 500 años anteriores a la era cristiana. También se ha encontrado una vasija similar en Sant Julià de Ramis, al norte de Girona, datada 200 años antes de Cristo, en la que parece distinguirse la figura de Deméter o Perséfone. Otros descubrimientos son fruto del trabajo de Jordi Tresserras Juan, de la Universidad de Barcelona, que estudió el contenido de un antiguo kykeon griego en el que aparecen restos de sustancias psiquedélicas. Para que veamos la importancia de estos descubrimientos, el mismo Ruck se desplazó a Cataluña para conocer todos los detalles de lo que podríamos llamar catalonian trip.
Todo esto conectaría posteriormente con los ritos paleo-cristianos que mantuvieron vivos los misterios, creando su peculiar eucaristía; aquella que intentó reprimir la burocracia de la iglesia, queriendo negar su herencia griega. San Ignacio de Antioquia se refería a la Eucaristía como la “droga de la inmortalidad” (pharmakon atanasias), un antídoto o remedio para la muerte, capaz de generar vida eterna.
Es común a los rituales derivados de los misterios de Eleusis y los de Dioniso la idea de ingerir una pócima especial para el singular propósito de trascender el tiempo y espacio ordinarios, alcanzando un estado de consciencia en el que habitan los antepasados, y los dioses y diosas cobran vida. No hay duda de que el sacramento de Dioniso y el de Jesús son idénticos.
Se ha estudiado también a fondo el importante papel de las mujeres en la gestión de los enteógenos, que luego se ampliaría en la época medieval a las brujas y curanderas.
No hay duda de que los psiquedélicos fueron el atajo a la iluminación que fundó la civilización occidental: primero con los misterios de Eleusis, luego con los misterios dionisiacos, que posteriormente heredaría el paleocristianismo de los griegos antiguos, que pasaría después a las brujas de la Edad Media y al Renacimiento. En paralelo, el Vaticano ha intentado repetidamente reprimir la Eucaristía psiquedélica original cristiana, que abría las puertas a la inmortalidad. Podríamos decir que la Iglesia en cierto sentido está en el inicio la guerra contra las drogas.