Dos supuestas pastillas de éxtasis, una blanca y una amarilla, con el logo de Ferrari dispararon la alarma, porque, en realidad, lo que contenían era bk-EBDP (efilona), una sustancia perteneciente al grupo de las catinonas, con efectos estimulantes y entactógenos, que se detectó por primera vez en España en 2016 y de la que poco se sabe aún. Y la alarma decía: “bk-EBDP en dos pastillas vendidas como MDMA en Mallorca. Dado lo poco que sabemos de esta sustancia, es difícil ofrecer pautas de uso de menor riesgo y, por tanto, la mejor recomendación es la de evitar su consumo, especialmente si lo que se desea consumir es MDMA”.
Por el tono, incluida la leve ironía final, ya habrá deducido el lector que el mensaje, difundido vía Twitter el pasado 25 de abril, no corresponde a ningún organismo de salud, pero sus autores saben lo que dicen, y lo que hacen. Llevan más de dos décadas diciéndole a los consumidores de drogas lo que realmente están tomando. Es decir, facilitándoles una información básica que las autoridades sanitarias españolas ya suministran a los consumidores de cualquier producto comercializado de forma legal pero se niegan a difundir en el caso de las drogas no autorizadas, como si, por el hecho de estar prohibidas, no las tomaran millones de ciudadanos. Ese vacío persiste, pero era aún mucho mayor antes. Y de ese vacío nació Energy Control (EC), responsable del tuit de alerta, y que desde 1996 se encarga de reducir el diámetro de ese abismo.
En los años noventa –recuerda Josep Rovira, que es quien lo empezó todo– ya existía una mirada centrada en la reducción de riesgos por el consumo de drogas, pero se circunscribía a las poblaciones de consumidores enganchados a la heroína, e incluso, en ese caso, se limitaba a una respuesta parcial que “dejó a mucha gente al margen y en situaciones de gran precariedad y con problemas de salud”. Hablamos, además, de los años del boom de la ruta del bakalao, cuando en la noche las estrellas eran pastillas. Los centros de asistencia estaban acostumbrados a atender casos relacionados con el alcohol y la heroína, pero empezaron a llegarles chavales con malos viajes de éxtasis y con problemas distintos a aquellos para los que estaban preparados.
Rovira, trabajador social, ejercía de terapeuta en temas de drogas en el Centro de Asistencia y Seguimiento (CAS) que la Asociación Bienestar y Desarrollo (ABD) gestiona en el barrio de Sants de Barcelona. Y entendió que había que adaptarse a las necesidades de esos nuevos usuarios, más necesitados de información o de soluciones a problemas puntuales que de la atención que se dispensaba, por ejemplo, a los heroinómanos. “Se trataba de crear un espacio de acceso libre, rápido y fácil en el que, si ibas como usuario, hubiera personas que supieran de qué les estabas hablando y no te miraran como si fueras un marciano”, explica Rovira. De ensayar una aproximación a las drogas “desde una perspectiva más comunitaria que asistencial, más colectiva que individual”, y dirigida “no a aquellos que no están interesados en consumirlas, sino en los que sí lo están”.
Combatir un tabú
Fue una respuesta surgida desde abajo a unas políticas oficiales de prevención diseñadas hasta entonces exclusivamente al servicio de los no consumidores, y pensadas para disuadirlos de iniciarse en el consumo, con lo que “se había acabado por incrementar los riesgos sobre la población consumidora, que no era objeto de interés y acababa siendo criminalizada, cosa que, desde una perspectiva de salud pública, es una animalada”, argumenta Rovira. Se trataba de corregir esa carencia. De combatir un tabú.
El cogollo lo integran inicialmente Rovira, que ejerce de facilitador; Carles Sedó, un educador de Santa Coloma de Gramenet, y Tomeu Gili, un mallorquín que estaba estudiando en Barcelona y que conoció a Rovira en el CAS. Y luego se va sumando más gente. El punto de partida es un grupo de discusión Se llama a amigos, a amigos de amigos, a usuarios del CAS y a gente de la noche, y se montan reuniones en las que poner en común información y la experiencia que cada uno haya acumulado a partir del consumo, reuniones que derivan en tormentas de ideas. También de ahí surgirá el nombre: Energy Control. Con la única referencia de Life Line, una entidad que en Manchester elabora cómics informativos sobre drogas participados por usuarios, el grupo empieza a trabajar la reducción de riesgos y de daños, elaborando y distribuyendo materiales que den una información que nadie más facilita. “La clave es ofrecer una comunicación sincera, no trabajar nunca con la palabra no y tratar a la población como adulta”. Y llevar los materiales informativos allí donde se consume. Es decir, al mundo de la noche.
La primera salida la hace Energy Control el 20 de diciembre de 1997. La discoteca Fellini, un clásico de la música electrónica en la Rambla.
La primera salida la hace EC el 20 de diciembre de 1997. La discoteca es Fellini, un clásico de la música electrónica en la Rambla, cuyos promotores han visto con buenos ojos la idea. El grupo reparte unos cómics titulados Join the party, ubicados en tres ambientes diferentes de la música electrónica, por aquello de tener claro el amplio espectro que abarca el mundo de la noche. Pero ahí mismo, se dan cuenta de que han cometido un error. “Mucha gente tira el material, así que entendemos que no hay que dárselo, sino montar un estand y esperar a que vengan ellos a buscar la información”. Rovira y los suyos trabajan en terreno inexplorado, y avanzan a base de prueba-error. En la siguiente salida, ya hay estand.
Los primeros años, EC llega a organizar hasta tres salidas en un mismo fin de semana. Se trata de estar presente en la noche, tanto en las raves como en las discos de máquina y de house. El siguiente paso, el de los primeros análisis, no tardará en llegar. Rovira contacta con un miembro francés de Médicos del Mundo que ya había puesto en marcha una prueba con el test de Marquis, un sistema de análisis colorimétrico, para que le enseñe a usarlo. Y, a finales del 98, un año después del arranque en Fellini, el grupo hace su primer análisis en una rave. “Fue emocionante porque la mesa se llenó de gente. Y nos dimos cuenta de que era un recurso fundamental para el contacto con la población. Los materiales ya los cogían, pero es el análisis lo que hace que la gente hable contigo abiertamente”.
La búsqueda de la respetabilidad
El grupo es consciente de que, de entrada, exploradores que son de un territorio aún inexplorado van a encontrar resistencias importantes. “Entonces, todo lo que no fuera decir ‘drogas, no’ era visto como una invitación al consumo”, recuerda Rovira. Otra falacia, por cierto, que se desmontó con la práctica: “Detectamos lo que ya pensábamos, que nuestra información no varía la percepción de riesgo que tiene sobre el consumo de drogas la población no consumidora. No estábamos fomentando nada, y la gente lo entendía así”.
Sabedores de que pueden encontrar trabas de todo tipo, los impulsores de EC toman una decisión estratégica. Pese a que es obvio que su discurso está en línea con una apuesta por la regulación de las drogas, ese no es su objetivo. De manera que la entidad no se posicionará, o mejor dicho, no hará proselitismo, sobre ese asunto, para evitar que se la acuse de tener una agenda política. De todos modos, se llevan sorpresas positivas. Por ejemplo, con la actitud de la policía, en la que encontraron una mirada mucho más abierta que en muchos profesionales del sector sanitario, dice Rovira. Cuando empezaron con los análisis en las raves, habían estudiado el asunto legalmente por si tenían problemas con la policía, pero cuando se les acercó el primer agente, nada fue como habían imaginado. “Nos preguntó qué hacíamos, se lo explicamos y nos dijo que le parecía muy bien y que siguiéramos. Eso fue todo”.
Operando bajo el paraguas de ABD, Energy necesita de ayudas públicas para financiarse. Pero también para conseguir la respetabilidad buscada. La idea era conseguirlas de administraciones en manos de partidos distintos, como una forma de blindaje. “Así, creamos un estado de consenso, y evitamos que nos ataquen políticamente, estamos vacunados”, dice Rovira. Para arrancar, ya en el 97, con el gobierno central en manos del PP; consiguieron la del Plan Nacional Sobre Drogas (PND), aunque se la retiraron en la siguiente edición. Al año siguiente, la recuperaron y ya nunca la han perdido. Después llegarían las aportaciones de la Diputación, del Ayuntamiento de Barcelona, gobernado por los socialistas, y de la Generalitat, que tardó más.
La intención, presente desde el primer día, de conseguir el apoyo del PND, tiene también que ver con el despliegue de una primera delegación en Madrid. Luego, habrá otras en Mallorca y en Sevilla. Y en Valencia e Ibiza, aunque ahí la falta de apoyos obligó a cerrar. El interés por contar con algo parecido a EC en otros puntos de España se empieza a expresar mediante el foro de internet que la entidad, también pionera en esos ámbitos digitales, abre en 1998, y que no deja de ser una expansión ciberespacial del grupo de debate primigenio, y un lugar donde hablar abiertamente de drogas, algo que no era tan común.
El interés crece, pero el colectivo cambia de estrategia. Su intención no es expandirse, lo que multiplicaría la complejidad de la gestión de la entidad, sino expandir la reducción de riesgos como una apuesta indiscutible en los modelos de prevención. Así que empieza a apadrinar la creación de organizaciones similares a las que sirve de modelo en otros rincones de la geografía española, como Ai Laket!!, en el País Vasco, o incluso en el extranjero.
En paralelo, EC empieza a tejer alianzas con el sector del ocio nocturno, para que los empresarios participen activamente de sus planteamientos en torno a la reducción de riesgos. Así surgen las mesas de consenso, en las que, con presencia de todos los agentes, también policiales y sanitarios, la entidad ejerce de correa de transmisión, incluso mediadora, entre el sector y la Generalitat para diseñar soluciones a los problemas que van surgiendo que no pasen siempre por plantear cierres de discotecas y festivales. De ahí sale una primera guía de seguridad y ocio nocturno, y ahí se gesta Q de Festa!, el sello de calidad con que la Generalitat reconoce a los locales que promueven la prevención y la reducción de riesgos relacionada con la fiesta y el consumo.
Afinando el análisis
Los test colorimétricos que EC usa para los análisis in situ sirven para éxtasis, anfetaminas y 2-CB, y permiten identificar la sustancia principal que contiene el producto analizado, pero no ir más allá. A finales de los noventa, EC llega a un primer acuerdo con el Instituto Municipal de Investigaciones Médicas (IMIM) del Hospital del Mar para que analice pastillas para la entidad con sus sistemas de cromatografía. Los resultados los difunden en sus excursiones a discos y raves y también por el foro de internet, embrión de una futura página web. El problema es que la respuesta dista de ser inmediata. “Podían tardar hasta tres meses”, dice Rovira. Así que en el año 2006, superadas las reticencias iniciales de las administraciones, hasta el punto de que la reducción de riesgos pasa a ser incorporada en las políticas oficial del PN, y consolidado y prestigiado el colectivo, se decide dar el salto.
Por un lado, se monta un laboratorio propio que incorpora la cromatografía de capa fina (Thin Layer Cromathography o TLC), un sistema que abarca un abanico más amplio de sustancias y proporciona más precisión que los colorimétricos, porque, además de la sustancia principal, permite identificar también los adulterantes, aunque no puede llegar a cuantificarlos. Por otro lado, EC estrecha la colaboración con el IMIM, primero con un acuerdo para que el propio personal de la entidad pueda acceder al instituto –lo que acelera los iempos de respuesta– y después, aportándole maquinaria propia. En el Hospital del Mar se llevan a cabo los estudios más detallados. Ahora, además de los análisis in situ, EC también cuenta con un servicio presencial, e igualmente gratuito –un día a la semana recibe muestras para analizar en sus delegaciones y entrega los resultados a los pocos días–, y otro por correo, este sí, de pago.
Todo eso supone una profesionalización “que va mucho más allá de la pura militancia de los primeros tiempos”, dice Rovira, que en el 2006, coincidiendo con el salto a esa segunda etapa, cedió el testigo como coordinador estatal a Núria Calzada, una psicóloga que había entrado en EC en el año 2000 haciendo las prácticas de la carrera, y que sigue a la cabeza de un colectivo que hoy cuenta con una plantilla de treinta personas. Rovira es en la actualidad el responsable del área de drogas de ABD.
Dos décadas después de su creación, EC, que se ha convertido en una fuente de referencia y que elabora balances anuales de las sustancias analizadas en sus laboratorios, no solo es puntera en el análisis, sino también una pieza clave en el Sistema Español de Alerta Temprana (SEAT) del Plan Nacional sobre Drogas, que hace tiempo que ya incorporó la reducción de riesgos como parte sustancial de su programa estratégico. Cuando detecta un producto que puede ser peligroso para el usuario, EC lanza una alerta, como la de las pastillas con el logo de Ferrari del 25 de abril. Y tanto si el peligro es grave como si se trata de la primera vez que la sustancia en cuestión es localizada en España, se le comunica al SEAT. La última alerta que lanzó este organismo, la que en octubre del 2015 avisaba de que había empezado a circular en España una catinona denominada Alfa-PVP relacionada con ciento quince muertes ocurridas a nivel europeo entres el 2012 y el 2015, partió de un aviso de EC, primer vigía.
El último paso, hasta ahora, para seguir llenando el vacío, ha sido el servicio de análisis internacional, que funciona por correo y se paga con bitcoines, y que desde que arrancó en el 2013 ha permitido identificar numerosas sustancias nuevas (NPS). “Ahora, recibimos muestras de Australia, China, Canadá y Estados Unidos”, explica Calzada. En el 2007, un millar de las más de seis mil muestras analizadas ya provenían de ese servicio internacional.