El próximo 27 de octubre se realizarán las elecciones regionales en Colombia. 121.194 personas se inscribieron para ser elegidas, 174 para gobernaciones y 5270 para alcaldía, además de los candidatos a las asambleas departamentales, juntas administradoras locales y concejos municipales.
Una vez más las elecciones vuelven a tener el manto de la guerra, que ha visto el asesinato de 6 candidatos en los dos primeros meses de campañas, teniendo como trágico hecho el homicidio de Karina García Sierra y 5 de sus acompañantes –incluida su mamá– en el municipio de Suárez (Cauca), un zona en disputa por el control de los cultivos de coca y marihuana.
El tema de las drogas no ha estado ausente de las campañas, el candidato Miguel Turbay en Bogotá prometió radicalizar su persecución policial a los consumidores en los parques, en Medellín prometen continuar con el desmonte de las bandas criminales que ha tenido a esta capital con los índices de violencia y muertes más altos de los últimos 15 años, en el sur del país algunas campañas políticas se concentran en continuar con el acuerdo de paz e insistir en la sustitución de cultivos pese a las amenazas y muertes. El tema de drogas en campaña siempre ha tenido réditos electorales asociado al miedo y el populismo punitivo que promete acabar con el consumo sancionando y llevando a la cárcel a los consumidores.
Mientras la mayoría de los candidatos señalaban a los consumidores como enfermos y delincuentes que debían ir a la cárcel o a hospital, en la ciudad de Pereira y Dosquebradas se denunció que estaban entregando droga a cambio de votos, algo que puso en alerta a las autoridades y fue noticia nacional. Este hecho más allá de configurar un delito electoral por compra de votos, también dejó claro que mientras la mayoría de los candidatos y ciudadanía ve a los consumidores como persona objeto de derechos a quienes hay que castigar o curar, los narcos los ven como un sujeto de derechos, ciudadanos con capacidad de votar y decidir, algo que ninguno de los candidatos en campaña fue capaz de hacer.
Un duro golpe a la democracia y una vez más los narcos anticipándose a la realidad política.