En una cárcel de Costa Rica, ubicada en el complejo penitenciario La Reforma, en San Rafael de Alajuela, agentes penitenciarios no podían salir del asombro cuando  interceptaron a un gato mientras intentaba ingresar al recinto penal. 

Según el informe oficial, el felino fue detectado merodeando el perímetro con algo adherido al abdomen. Tras ser capturado, los custodios descubrieron que transportaba un pequeño bolso artesanal que contenía 80 gramos de cannabis y 190 de heroína.

Sin embargo, no es el primero y se suma a la ya nutrida antología de animales implicados –sin pedirlo ni saberlo– en situaciones asociadas al tráfico de drogas. En 2020, ocurrió algo similar, cuando otro gato fue detenido en Sri Lanka tras ser sorprendido transportando sustancias hacia una prisión de máxima seguridad. 

El felino, que portaba dos gramos de heroína, un chip de memoria y dos tarjetas SIM en una bolsa que estaba atada a su cuello, no solo fue detenido sino que además logró escapar días después, dejando a las autoridades con un insólito informe y un caso abierto.

Hace pocos y mientras en Costa Rica un gato intentaba cruzar la reja penitenciaria con una mochila sospechosa, en Ohio (EE UU), un mapache llamado "Chewy" fue hallado dentro de un coche sosteniendo una pipa y rodeado de una buena cantidad de metanfetamina y crack. Sí, mapache, pipa, metanfetamina y crack, todo en una misma escena.

Para la tranquilidad de  los lectores, el Ministerio Público costarricense, en una movida sin precedentes en materia felina, abrió una investigación para determinar quién está detrás del adiestramiento y el peculiar operativo, además investigar en profundidad qué red de contrabando reclutó a un gato como correo penitenciario clandestino.