En una entrevista para la CNN, David Simon, realizador y escritor, que fue durante un largo tiempo periodista para el periódico Baltimore Sun, cree que la cultura policial creada por la llamada guerra contra las drogas en los años ochenta, es la que justifica la militarización de la policía. Simon lleva defendiendo esta tesis en sus diferentes obras desde hace años. En su primer libro, Homicidio, donde seguía los pasos a varios detectives de Baltimore, o en The Corner, la primera obra que dirigió para la cadena HBO, ya sostenía esta tesis: la policía emplea más recursos en someter a la población castigada por la pobreza que en hacer lo que el considera “buen trabajo policial”, es decir, combatir los crímenes violentos.
La guerra contra las drogas fue la excusa que abrazaron los departamentos de policía para embrutecer a las fuerzas del orden y convertirlas en fuerzas represoras. Se les dio carta blanca y se les enseñó que la gente que vive en ciertas zonas son el enemigo pues la “guerra” debe ser contra alguien y no contra algo tan difuso como la expresión “las drogas”. Los arrestos masivos y todos los recursos que se pierden para protegernos de los verdaderos criminales se destinan a que la policía se dedique a perseguir y someter a personas que no son criminales o, mejor dicho, no deberían serlo. Legalizar las drogas y poner fin a esta “guerra” acabaría con la impunidad que muchos policías aprenden a tener gracias a las leyes de los EE.UU. y el entrenamiento pseudo-militar al que se exponen en las academias.
Sin duda, uno de los puntos más interesantes que plantea Simon es que no es solo un asunto de “polis blancos racistas” contra “negros del guetto”. Simon dice que en los 60 todo el departamento de policía de Batimore era blanco y se sabe que tremendamente racista. Sin embargo, cuando la guerra contra las drogas está establecida, el departamentos de policía de Baltimore es en su mayoría negro, está dirigido por negros e incluso los políticos son en su mayoría afroamericanos, sin embargo, la violencia contra la población negra no decrece, sino que aumenta.
Está claro, según Simon, que no es un problema solo de racismo, sino de cómo la policía ha sido entrenada sistemáticamente como si fuera un cuerpo militar. Los compara a con los afrikáneres sometiendo a los negros de Soweto o la policía israelí atacando a los palestinos. No son policías, son “fuerzas de ocupación”. No es un caso solo de racismo, sino también de clasismo. “Hacer de policía no es hacer de soldado… así no se protegen las comunidades que deben proteger”, comenta Simon.
El camino es abandonar la senda del militarismo y dejar la guerra contra las drogas que señalan a las comunidades en sus ataques. La mayoría de los sueldos y ascensos de la policía están ligados a los arrestos masivos. ¿Qué implica esto? Que la policía va a atacar con toda su dureza a las comunidades que consideran problemáticas para conseguir más arrestos porque eso supone una mejor paga y posibilidad de una vida mejor. Es un problema sobre cómo se incentiva un trabajo policial sobre otro.