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Microdosis de LSD muestra resultados prometedores contra la depresión

Un ensayo clínico abierto de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda), ha observado que un régimen de microdosis de LSD administrado dos veces por semana durante ocho semanas se asocia con una reducción cercana al 60 % de los síntomas en personas con depresión mayor moderada, además de mejoras en ansiedad y calidad de vida.

El ensayo, publicado en la revista Neuropharmacology, incluyó a 19 adultos con diagnóstico de trastorno depresivo mayor; la mayoría eran hombres y casi todos tomaban algún antidepresivo al inicio. Durante ocho semanas recibieron 16 dosis sublinguales de LSD, empezando con 8 microgramos en clínica y continuando en casa con dosis entre 6 y 20 microgramos dos veces por semana. El equipo midió tolerabilidad, asistencia a visitas y parámetros de seguridad, incluidos análisis de sangre, electrocardiograma y ecocardiograma.

Según los autores, los síntomas depresivos medidos con la escala Montgomery-Åsberg (MADRS) se redujeron en torno al 60 % al final del tratamiento y esa mejoría se mantuvo hasta seis meses después del ensayo. También se observaron descensos en ansiedad, estrés y rumiación, junto a incrementos en indicadores de calidad de vida. No se registraron eventos adversos graves ni cambios clínicamente relevantes en las pruebas cardiacas y solo una persona abandonó el estudio por ansiedad durante la dosificación.

El diseño, sin grupo placebo y con todas las personas sabiendo que recibían LSD, limita sin embargo el alcance de las conclusiones ya que se dificulta separar cuánto corresponde al fármaco, cuánto a las expectativas y cuánto al acompañamiento estructurado mediante una aplicación móvil que registraba las tomas y sugería actividades de autocuidado. Además, se trata de una muestra pequeña y poco diversa, por lo que los resultados no pueden generalizarse a toda la población con depresión.

El estudio neozelandés no convierte a la microdosificación de LSD en una “cura” para la depresión, pero sí refuerza que la vía más sensata para explorar su potencial terapéutico son los ensayos regulados.  Por eso, más que prohibir sustancias, la cuestión de fondo es qué marcos permiten a las personas acceder a opciones seguras, acompañadas y basadas en evidencia.

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