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Volvemos a preguntarnos: ¿es posible la sobredosis por cannabis?

Es una pregunta que reaparece cada cierto tiempo, pero la evidencia científica es clara señalando que la mortalidad directa por cannabis resulta extraordinariamente rara, sin demostración sólida. En cambio, la intoxicación aguda sí está documentada y viene elevando las hospitalizaciones, en particular tras el consumo de comestibles, tanto en la población infantil como en personas mayores.

Aunque el debate no es nuevo, siempre conviene precisar términos. Sobredosis suele asociarse a muerte por toxicidad directa. En cannabis, la literatura clínica y toxicológica señala que no se ha establecido una dosis letal en humanos y que los datos en animales ubican el umbral en rangos muy altos.

Por su parte, revisiones académicas indican que la evidencia disponible no permite afirmar una asociación estadística robusta entre consumo de cannabis y muerte por su ingesta, aunque esto no equivale a inocuidad. Por el contrario significa que, a diferencia de opioides o alcohol, el riesgo de letalidad directa es sumamente bajo, pero no elimina otros riesgos a la salud.

La intoxicación aguda sí es un fenómeno documentado. Puede surgir como ansiedad intensa, desorientación, taquicardia, hipotensión, vómitos o psicosis transitoria y requiere atención en urgencias cuando compromete funciones básicas.  En ese sentido, los comestibles poseen una latencia prolongada. favorecen el consumo repetido antes de que aparezca el efecto, lo que eleva la probabilidad de descompensación. La mayor potencia de los productos actuales y la variabilidad de etiquetado añaden incertidumbre para personas con poca tolerancia o con condiciones médicas previas.

En la población pediátrica, la exposición no intencional a comestibles con THC se ha incrementado en los últimos años y ha implicado ingresos hospitalarios, incluso cuidados intensivos. Estudios recientes estiman umbrales de dosis por kilo asociados a cuadros más graves, lo que subraya la necesidad de envases seguros y almacenamiento fuera del alcance infantil. Entre personas mayores, la legalización de comestibles se ha asociado con aumentos en visitas a urgencias por intoxicación, probablemente por interacciones con fármacos, metabolismo más lento y errores de dosificación.

También es indispensable distinguir el cannabis de los cannabinoides sintéticos (Spice, K2, etc.). Estos compuestos —distintos del THC y no equivalentes al cannabis— han estado vinculados a brotes de intoxicaciones severas e incluso muertes. Además, la adulteración con sustancias como anticoagulantes de larga acción ha provocado emergencias de salud pública. Equiparar ambos fenómenos puede distorsionar el debate y alimentar discursos prohibicionistas que no ayudan a reducir los reales riesgos.

Es importante tener en cuenta que reducir el asunto a un “sí” o “no” sobre la posibilidad de sobredosis por cannabis empobrece la discusión pública. La evidencia indica que la letalidad directa es extremadamente improbable, pero que hay daños prevenibles asociados a dosis, potencias y formatos de consumo. Un marco de regulación con información clara, etiquetado fiable, límites de potencia para comestibles, envases a prueba de menores y educación en reducción de daños protege mejor a la población.

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