El estudio utilizó un diseño repetido transversal con modelos logísticos multinivel y datos de 838.600 personas de 12 años o más. Los autores compararon la situación de los estados antes y después de la entrada en vigor de leyes de uso adulto (RCL, por sus siglas en inglés), controlando por leyes medicinales y otros factores. Evaluaron cuatro resultados: uso de cannabis en el último año, en el último mes, uso diario en el último mes y presencia de algún tipo de trastorno por consumo entre quienes ya usaban cannabis.
Entre adolescentes y jóvenes (12–20 años), los investigadores no observaron incrementos atribuibles a la legalización en ninguno de los indicadores. Este resultado viene a tensionar una de las advertencias más repetidas por posiciones más conservadores y que apunta a que la regulación “normalizaría” el uso y elevaría el consumo juvenil. La evidencia presentada sugiere lo contrario para el periodo analizado, sin perjuicio de la necesidad de seguimiento continuo.
En adultos, el uso de cannabis subió algo tras la legalización, especialmente entre mujeres. Aun así, no aumentaron el uso diario ni los problemas asociados entre quienes ya consumían, por lo que “más uso” no implicó más riesgo.
Por último, los autores destacan que estos patrones podrían contribuir a cerrar la brecha de género en el consumo, una tendencia relevante para comprender cambios culturales y de acceso tras la regulación. A la vez, recuerdan que los objetivos de justicia social asociados a la legalización - como reducir detenciones y desigualdades - deben acompañarse de vigilancia epidemiológica para detectar posibles efectos no deseados.