Otro país más se suma a la senda de la regulación del cannabis para uso adulto. A finales de febrero, el parlamento alemán legalizaba la posesión y consumo de cannabis aprobando el proyecto que permite el autocultivo y la distribución de flores por parte de clubes sociales (CSC). Así mismo excluyeron el cannabis de la Ley de Estupefacientes prohibidos, por lo que todos los médicos podrán prescribirlo con fines medicinales sin ningún tipo de traba legal. De nuevo, una vez más, la derecha conservadora se desmarca esgrimiendo criterios políticos y morales, lo que ha impedido la unanimidad.
La legalización alemana está sujeta a una serie de restricciones: se regula el consumo a través del autocultivo de solo tres plantas para consumo privado, con una tenencia de hasta 25 gramos de cannabis en la vía pública. La producción de cannabis a mayor escala solo estará permitida a los CSC, compuestos por un máximo de 500 socios, todos ellos mayores de edad, que podrán retirar un máximo de 50 gramos de flores por mes. Una producción destinada al uso exclusivo de los socios, establecida bajo demanda de estos mismos socios que han de ser ya usuarios de cannabis. No habrá, por tanto, marihuana para un mercado indiscriminado. De momento, la posibilidad de la venta en dispensarios queda aparcada. La ley también vela para que no haya incitación al consumo.
El ministro de Sanidad ha defendido la ley asegurando que legaliza el autoconsumo para conseguir dos objetivos: crear una “alternativa” al mercado negro, para acabar con él, al tiempo que mejora la protección de niños y jóvenes incrementando la pena a los narcos que vendan cannabis a menores. La norma prevé campañas para concienciar a los adolescentes de los riesgos que conlleva el consumo. En ese mismo sentido, la regulación ahora aprobada se someterá a una evaluación para determinar qué efectos tiene para la salud de estos adolescentes. El consumo seguirá siendo ilegal en las inmediaciones de centros educativos e instalaciones deportivas, y no se podrá consumir en zonas peatonales hasta pasadas las siete de la tarde.
La regulación del cannabis en un país que es el principal motor económico de Europa tendrá un efecto de arrastre para el resto de países vecinos y proyecta un futuro no muy lejano en el que el cannabis dejará de estar prohibido en todo el continente. La pregunta que nos seguimos haciendo por aquí es cuándo se incorporará España a esa normalidad democrática respetuosa con los derechos humanos de los usuarios de cannabis. Porque, entre otros agravios comparativos, no resulta fácil entender los progresos alemanes que reconocen en su legislación la importancia de los CSC, mientras que, en España, el país que los vio nacer, se los combate.